Presentación

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domingo, 29 de mayo de 2016

Sueños socráticos (notas al Teeteto parte IV)



Mucho se ha dicho sobre la carencia de verdad, sobre el subjetivismo o sobre el mundo sin relaciones (irónicamente se argumenta diciendo que los culpables son los pensadores, pues ninguno se pone de acuerdo). Sin afán de ser molesto, sino buscando darle el pertinente reconocimiento a quien se lo merece, me parece que esto ya fue propuesto por Sócrates (si usted lo quiere comprobar, amable lector, le sugiero leer el diálogo Teeteto; si lo googlea verá que es fácil encontrarlo). Es maravilloso encontrar examinadas nuestras más queridas creencias, nuestros más amados prejuicios, por el gran Maestro. Pero nuestra maravilla, como la de Euclides, debe llevarnos a indagar el modo en el cual ya fueron pensadas, tal vez refutadas, las ideas con las cuales nos manejamos día con día, las que nos parecen tan propias de nosotros; también podemos maravillarnos y, consecutivamente, espantarnos, ocultándonos en la oscuridad más cómoda. 

Teeteto se encuentra maravillado y Sócrates aprovecha ese estado para seguir avanzando en la indagación sobre el conocimiento; ¿esto nos demostrará que le interesa más la verdad que apantallar muchachitos? El argumento siguiente, aparentemente una reestructuración mejorada de la anterior indagación sobre la definición de que el conocimiento es percepción, es bastante complejo. Aunque puede ser resumido así: el movimiento de las cosas coincide con el movimiento de quienes percibimos, surge algo de esa coincidencia y se perciben colores, sonidos, etc., que siempre nos remiten a las cosas. Esto suena maravilloso, muy bonito, aparentemente verdadero, pero ¿hay percepción sin pensamiento? Dicho de otra manera: ¿la percepción antecede al pensamiento, como si fueran dos instancias diferentes pero ambas influyendo en nuestro modo de conocer? Dicho de otro modo: ¿las percepciones son confusas, indistinguibles entre sí? Quizá sea cierto lo que dice Sócrates: primero percibimos las cualidades de las cosas y luego las cosas; primero percibimos un ruido y luego qué lo provocó. Pero el triunfo de esta respuesta se desvanece con otra pregunta mucho más complicada: ¿hay cualidades de la cosa sin perceptor? O ¿debido a que hay cualidades de la cosa hay perceptor y debido a que hay perceptor hay cualidades de la cosa? Entonces ¿por qué si hay cualidades todo está en movimiento? Es decir ¿cómo notamos el constante cambio de una piedra gris aproximadamente del tamaño de una rata de alcantarilla?, ¿en esto consistirá la prueba a Teeteto, en que distinga entre lo que es y lo que no es? O ¿irónicamente nos demuestra que si todo cambia no hay afirmación ni negación posible? Tal vez Sócrates le quiera demostrar a Teeteto (y a otros más) los absurdos de sus prejuicios; quiere mostrarle que no es importante tener un sueño muy apantallador y rimbombante; quiere mostrarle que lo importante no es distinguir entre sueño y vigilia, sino entre opinión, imagen, apariencia y verdad. 

Fulladosa

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