Notas sobre el tiempo y el Génesis
El
tiempo pasa. ¡Vaya frase! En el mismo enunciado están encadenados dos elementos
casi en amorosa y eterna compañía: el tiempo y el movimiento. ¿Por dónde pasa?
No hay lugar: el mundo es el escenario del paso del tiempo. Podemos frenar el
movimiento de los carros, utilizar nuestra mano para detener antes la caída de
una gota de lluvia. Pero al movimiento no lo podemos detener, como al tiempo.
Ni el suicidio detiene la corrupción de los cadáveres. Los modernos se
desesperan y se afanan en emborracharse con todo lo que puedan: ríen mientras
mueren o lloran por el inevitable fin de la vida. Los naturalistas piensan en
que no hay razón para turbarse por los caprichos de lo material: la vida es una
ilusión, como para los budistas, quizá los menos materialistas de los que
sabemos.
¿El Génesis será también el origen del tiempo? Pregunta que parece ociosa. Está en
la la palabra principio, justo al inicio de la narración. Tal vez no se refiera
al tiempo. El génesis es una secuencia de eventos, en donde la noche y el día
por obra del sol y la luna son previos a otros eventos de la creación. Inicia
con la creación del cielo y la tierra. Los días se distinguen o se cuentan a
partir de la separación de la luz y las tinieblas. Y parece que no había
alternancia: ambas permanecían. ¿Cómo es que pasaban entonces los días? No
podían pasar como ahora pasan, en medio de nubes pasajeras, lluvias y cantos de
grillos. Para que no se vuelva la ridícula versión que la ciencia hace de él,
reduciéndolo a mito de una disposición de la materia por una voluntad suprema,
tendríamos que renunciar a entenderlo a partir del movimiento natural. De
hecho, nada tenía forma: la luz no servía para distinguir nada, sólo a sí misma
de las tinieblas. La tierra y el cielo existían, pero en ellos no había
vegetación ni colores. Incluso hay dos cielos.
Dios no
puede estar sujeto al tiempo: todo se hace por su palabra. Si estuviera sujeto
al tiempo, no habría creación. Si no hay creación, no hay principio para
explicar movimiento alguno. La teoría del big bang es la disolución del
movimiento: todo comienza por una explosión. Las explosiones no son causas,
sino efectos. Por eso el génesis no es una explicación cósmica. El tiempo no es
sólo cuestión de naturalismo, y eso el pensamiento moderno lo entendió bien. La
versión kantiana del tiempo está en el mismo libro en donde se habla de los
límites de la metafísica.
El paso
del tiempo se nota, decimos, en el envejecimiento. La vida termina. ¿Para qué?
Es la pregunta romántica, casi faústica de quienes no hallan el sentido. ¿Cómo
tomar el tiempo en el sentido del Génesis, sin romanticismos y sin la ciencia
moderna? Evidentemente, no estuvimos para presenciar el inicio. Por eso dicen
algunos que es cuestión de creerlo. El punto del Génesis quizá sea que el mundo
no tiene un reloj. El mundo tiene un orden: Dios se lo puso. Pero, si la
teleología en el tiempo es posible, no puede entenderse como un período
histórico. Si la vida termina, eso no prueba la falsedad del origen. No habrá
quien cuente el tiempo, así como en el principio.
Tacitus
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