Presentación

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martes, 19 de julio de 2016

Soledad

Mientras la estupidez se inmortaliza
en los rostros insulsos de las bestias,
se paraliza la voz del hombre, que ya una vez hecho ceniza,
se caracteriza por las trizas de su ausencia.

Ni la sombra más pesada
ni tampoco la voz del viento
son capaces de contener la frígida y osada
lágrima de un nuevo dolor en un rancio padecimiento.

¡Oh! soledad; palpable y suave como una mejilla
¿dónde llevarás a los hombres que adolecen?
esos que alguna vez sonreían a hurtadillas
escapando de tu yugo. Esos mismos hombres que hoy perecen;

esos hombres a quiénes justificas y tanto añoras;
viejas esporas de amargor perenne.
Pasan los rostros montados sobre las horas:
jamás entenderé por qué te necesito, ni de dónde vienes.

Tú me conoces bien, o al menos eso pretendes.
Jamás entenderé de dónde vienes, ni por qué te necesito;
creo que entre tantas eres la única que comprende
que no hay hombre más solo que aquel que deja todo escrito.

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