Presentación

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domingo, 21 de agosto de 2016

¿Afirmaciones incuestionables?: Notas sobre el Teeteto parte VIII



Toda afirmación sobre el hombre que afecte a su acción tiene que ver con la política. Cuando se afirma que el hombre es egoísta, significa que todas sus acciones las hará únicamente buscando su beneficio, lo que nos empujaría, en caso de que tal afirmación fuera verdad, a desconfiar de todas las personas y siempre actuar con suma cautela; si la afirmación es cierta toda amistad es falsa, el amor no existe y los grupos familiares son sumamente sospechosos. Cuando hacemos afirmaciones que presentan una descripción o una clasificación sobre el bien y el mal, mucho más si son afirmaciones generales, recaen en nuestro ideal práctico de la humanidad. ¿Quien que capte el dilema y trampa de Iván Karamázov podrá afirmar sin duda alguna que era inocente o culpable al abstenerse de actuar en pro de su padre? (Su dilema se reduce a la pregunta: ¿por qué dejar que viva quien ha sido un hombre malvado?) Afirmo que las afirmaciones generales son peligrosas, y quizá malvadas, si no se han pensado con responsabilidad. Si el hombre es la medida de todas las cosas, tanto del ser de las que son, como del ser de las que no son, esto redunda directamente en sus acciones; la afirmación, aparentemente relativa al modo de conocer humano, es política. Es política por varios motivos, principalmente porque aparentemente ensalza el poder del hombre. En el Teeteto, Sócrates usa un excelente, perenne, ejemplo para refutar lo anterior. Acepta que cada comunidad puede ponerse de acuerdo con respecto a su idea de justicia e implantarla en su misma comunidad; empero, cuestiona que decidir cualquier cosa sobre la justicia sea benéfico. La observación nos lleva a aceptar que la justicia no debe ser injusta para el hombre. Debemos replantearnos qué es lo justo. Pero, para no perdernos en diversos temas durante el diálogo, debe replantearse primero lo relativo a los principios con los cuales conoce el hombre. La máxima del hombre medida, tomada como principio del conocimiento, debe ser refutada desde sus consecuencias directas al conocimiento.

No todos los hombres pueden ser medida del ser porque hay ser con cualidades. Es decir, como hay artistas que conocen las distintas cualidades de diversos seres de mejor manera que la mayoría, como el médico en la salud del hombre o el cocinero en los alimentos, no todos pueden tener la verdad sobre todos los seres. El saber no es percepción bajo la máxima protagórica. Tampoco lo es en cuanto a que toda percepción está en movimiento, pues aunque los seres mantengan procesos, también se perciben cualidades que mantienen regularidad. ¿Podemos ver algo que cambie de lugar y a la vez cambie sus cualidades? Que ambos tipos de movimientos pasen al mismo tiempo es algo casi imposible; quizá si arrancamos una flor de la tierra y la alejamos lejos de donde pueda mantenerse siendo flor, su descomposición no tarde demasiadas horas. Pero este ejemplo nos muestra que es más rápido cambiar de lugar la flor que el tiempo necesario para su descomposición y que una de las características inherentes a la flor es que debe mantenerse en tierra o en agua para no descomponerse. No perdamos de vista que en esa parte del diálogo se está pensando la percepción y el movimiento sin intervalos de antes ni después; sin tener en cuenta al recuerdo ni al olvido, por lo que tampoco hay error o acierto; sin una relación directa con la intelección, es decir, sin que se precise en qué consiste el proceso de inteligir y relación con la percepción. Momentáneamente podemos entender algo entre tantas dudas y preguntas socráticas (espero que no sólo se escuche o se vea): la percepción no es suficiente para conocer el ser.  

Fulladosa

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