Los días se convierten en letras,
en espasmos cobrizos
que se arrojan al
tiempo
como se arroja a un condenado al cadalso.
Y la sombra de la compañía,
acechando,
se envilece y es silencio.
La noche muestra lejanía,
y el día no representa inicio;
sólo una perpetua displicencia
al engaño del sueño,
que se desea,
cada vez con más fervor,
sea tajante e irresoluto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario