Presentación

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domingo, 2 de octubre de 2016

Entendiendo los elementos: notas sobre el Teeteto parte XI (última)



Nuestra vida está llena de pequeñas partes que vamos viviendo o reconociendo que vivimos en la medida en la que las separamos entre sí; luego las unimos y eso, decimos, somos nosotros. Hay relaciones sumamente complicadas que vamos tejiendo; la mayoría de las ocasiones no tenemos en claro si queremos producir un traje elegante o remendar una cobija que nos agradó. Entre esas partes lo que conocemos ocupa el lugar central. Conocemos, a veces sabemos qué conocemos, pero quizá menos de veinte personas a lo largo de la historia hayan conocido cómo conocemos. 

La última parte de la indagación sobre el conocimiento del saber es la primera en cuanto a su importancia, pues es donde se puede reflexionar acerca del fundamento del conocimiento. Por tanto es la parte más difícil, y quizá lo que aquí se ofrezca sean sólo unos cuantos caminos para reflexionar en el saber mismo y dilucidar los problemas a los que Sócrates nos conduce y que nunca resuelve. Digamos que intento despertar del sueño, es decir, acercarme a la realidad. Aunque, ¿el sueño ayuda a entender mejor la realidad por necesitar principalmente del pensamiento y dejar de lado a los sentidos? Lo cual sería casi como preguntar: ¿el sueño clarifica la realidad por ser una secuela o algo que le sucede a nuestra experiencia cotidiana? Pero también el sueño puede ser una alteración de la misma realidad, un invento generado por nuestra imaginación que más nos puede alejar de la comprensión de nuestra realidad que acercarnos a ella. ¿Esto es lo que quiere decir Sócrates cuando le advierte a Teeteto que le cambiará un sueño por otro? 

Una afirmación debe tener una explicación detrás que la sostenga. Para no explicar la explicación de la afirmación de modo infinito, se deben encontrar los elementos que componen todas las cosas. La explicación de los elementos siempre se hace partiendo el elemento de su unidad. Sócrates nos exige hacer la relación de sus argumentos, de unificar lo que dice para ver qué es lo verdadero entre lo que dice y qué es lo falso. La síntesis o unificación de sus argumentos puede hacerse así: no hay elementos sin unidad ni unidad sin elementos. Dicho de otra manera: todo elemento se debe pensar a partir de la unidad de la que forma parte. Imaginemos que leemos la hoja de una novela por separado de la novela, esa hoja no nos dice nada de la novela sin lo demás, ni la novela puede significarnos totalmente sin esa hoja; tanto materialmente como temáticamente la unidad y el elemento se corresponden. Leemos por partes y vamos formando la unidad temática. Vemos las cosas en su totalidad, las captamos como una sola, y las vamos conociendo y pensando en sus partes. El hombre es una unidad que podemos ver como material, como persona que actúa, como persona que produce, como persona que piensa, como persona que conoce, etc.; podemos reflexionar en la forma, color, tamaño, dimensión, entre otras cosas, del material; podemos reflexionar en el modo en el que captamos el material, en el que lo recordamos, en el que lo enjuiciamos, etc.; no hay que olvidarnos del importante conocimiento sobre la acción.

La indagación sobre el conocimiento es una de las más importantes, pues así nos hacemos conscientes de estar conociendo algo verdadero o algo falso; políticamente hablando, así sabemos cuándo nos quieren engañar, cuándo nos están haciendo pasar por verdadero lo falso, cuándo se está tratando a la comunidad de modo injusto. 

Fulladosa 

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