Los lugares
comunes o, como más se dice, los clichés, provienen de tan distintos lados que
un lugar común sobre los lugares comunes es decir que siempre provienen de la
palabra humana. Lo cual, así presentado, suena iluminador, pero suena más a una
frase noctámbula. Se ve como un gato en la noche si la idea se queda ahí, es
repetida, nunca explicada ni vista desde otra perspectiva; nos muestra, como
algo a lo que el sol alumbra, las posibles rayas o manchas del gato si decimos
que el entendimiento se suele conformar con lo primero que se le ocurre, que el
ser, dada su multiplicidad, no es pensado ni visto como algo múltiple la mayoría de las veces, o que
para actuar fácil y despreocupadamente se necesita una justificación fácil y
despreocupada. A estas posibles respuestas, que todavía tienen raíces más
grandes y largas, se me ocurre sumarle una: la gente se conforma con ideas
fáciles porque han leído mal.
La lectura goza
de una gran publicidad, se promueve en comerciales y en frases resonadas que
tienen como base el supuesto de que toda lectura es igual, de lo que se olvidan
los publicistas es que el libro no sólo es un producto. Leer es una actividad
donde el lector le da vida a lo que lee y el libro le da vida al alma del
lector. Si no existe la relación del libro con el lector, aunque se inunden los
ojos horas enteras de muchas líneas atiborradas de letras, no se está leyendo. Leer
implica ir pensando la idea, o lo que alguna escena nos quiere decir, en el orden
en el que fue presentada. La frase: “el Quijote es la mejor novela” es dicha
sin haber leído las grandes novelas, sin haber pensado el propio Quijote, y, la
mayoría de las veces, sin haber leído la propia obra de la que se habla. La
frase la usa quien ha leído muchas novelas cuidadosamente y quien no ha leído
ni un libro completo. ¿Pero qué diferencia a la novela del cuento, del ensayo, del
tratado, del aforismo, del epigrama, de la ocurrencia o de cualquier otra forma
en la que se escribe? Sin una mínima idea de lo anterior, basada en la
experiencia de la lectura novelística, la frase es algo más que vacua. Casi
igual de inocente, aunque más peligroso, es aquel que dice que Quijote es un
idealista, pues nos orilla a aceptar que es preferible una mala acción efectiva
que una buena intención truncada. Pero el lector menos listo de todos es aquel
que dice: “El ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes
Saavedra, el segundo libro más leído del mundo, sólo detrás de la dogmática
Biblia, es tan sólo un ingenioso libro de comedia”. Es el menos listo porque
aparenta serlo, porque muestra una actitud de desprecio hacia quienes leen la
novela buscando sabiduría, y porque no cree que Cervantes pueda enseñarle nada.
Hay lectores que muestran su poco amor a los libros pensando que pueden ser maestros
de Cervantes u Homero.
Aprender de los
grandes autores es una actitud de rebeldía, pues implica desafiar las actitudes
de moda, los clichés. Pensar a través de los mejores autores de la historia implica
rebelarse contra lo que uno mismo cree, contra lo que uno siempre ha creído, contra
lo cómodamente acoplado en el corazón. Si cuando leemos no cambiamos en algo,
quiere decir que estamos leyendo algo muy malo o que simplemente no estamos
leyendo.
Fulladosa
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