Divagación sobre la posesión
Reza
un dicho preferido por la moral preventiva: “árbol que nace torcido nunca su
rama endereza”, indicando una similitud entre el hábito y la figura que una
planta no puede sobrepasar porque no tiene voluntad para moverse a otro lado.
Es el ejemplo preferido para ejemplificar el asiento del vicio en el carácter:
tiene raíz en algo permanente, en algo que se nota de continuo y que no es posible cambiar, sobre todo hablando del vicio. El hábito nos
distingue de las plantas: ellas tienen un hábito sólo en sentido secundario. La
analogía habla del carácter como algo que no es maleable, lo cual es cierto: la
educación puede discutirse a partir de varias metáforas en relación con el cambio
del estado de la materia, que siempre indican una idea sobre la vida, como en
el caso de quien habla del alma y el conocimiento en relación con la cosecha y
la siembra.
En
el lenguaje común distinguimos de manera austera entre la posesión y el hábito,
aunque algo nos enseñe a decir que los hábitos son cosas que se tienen o
adquieren, y que se mantienen en nuestra vida por una constancia férrea. Así
decimos que fumar es un hábito, como también ir al gimnasio. Con el tener
indicamos que algo nos pertenece, que ha pasado a ser de nuestra propiedad por
algún motivo, sin importar si es momentáneo o pasajero. Tener esposa significa
solamente que se posee una pareja en el sentido de que es mía y no de otro.
Ejemplo de que el tener no es instrumental. El hábito es algo que decimos tener
porque lo entendemos como algo que mantenemos, como en una enfermedad. Tiene
cáncer no sólo el que ha sido diagnosticado con él, sino aquel que lleva en él
los padecimientos propios; lo mismo con la gripe. Las privaciones de salud
pueden tenerse en ese sentido. Hay que aclarar que las enfermedades no son hábitos.
Si
el hábito proviene del haber, palabra formada por la idea de posesión, ¿por qué
no puede decirse que las enfermedades sean un hábito? La definición clásica de
la virtud está relacionada con el hábito. La palabra se usa para nuestro idioma
porque es la que mejor ilustra la idea de que la virtud es un modo en que el carácter
está dispuesto. La virtud es un hábito porque el haber siempre indica algo
acerca de la actividad. No significa costumbre, porque entonces la virtud podría
ser adquirida mediante las formas familiares. No reside en una costumbre, ni en
la espontaneidad. La liberalidad hace referencia al hábito en tanto los bienes
materiales saben regalarse con justicia. Los tacaños merecen ese nombre a
partir de su actuar: no regalan y mantienen lo suyo a toda costa. El hábito
proviene no sólo del mero actuar, sino del modo en que el actuar se relaciona
con la voluntad y el deseo del que emana. Un hábito puede tener relación con el
deseo porque éste no es, precisamente, una costumbre determinada. La educación
en la virtud es posible, aunque problemática.
La
virtud se tiene y se es virtuoso. La diferencia, otra vez, indica la sabiduría
del idioma. Quiere decir que el ser virtuoso indica que el hábito es distinto a
la naturaleza, aunque pueda asemejarse. Por naturaleza del hombre puede
entenderse muchas cosas, pero principalmente nos referimos a eso que hallamos
en todo hombre: la forma humana, lo cual incluye no sólo la fisonomía, sino
también las cualidades intelectuales, por distintas que estas puedan ser. Ser humano
no es un hábito como tal, porque así se nace. Por naturaleza hay inclinación a
la virtud, en tanto posibilidad de conducción para el carácter, y como
posibilidad no tiene que realizarse. El verbo ser se usa para expresar
cualidades, pero también puede usarse, como en caso de la virtud, para señalar
hábitos, pues lo adquirido es en ese caso dependiente de lo que se es.
Abandonar el vicio es cosa improbable no por haber nacido vicioso, sino porque
el haber no surge del actuar continuo, sino que la continuidad del actuar
proviene del haber. En decir lo contrario se esconde parte del peligro en torno a la
dictadura.
Tacitus
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