Cajas vacías
Después de haber
visto una imagen en la que, según Rousseau, por su parte, establecía que “el hombre
era bueno por naturaleza y era la sociedad quien lo corrompía”; en tanto que
Maquiavelo señalaba que “el hombre era malo naturalmente, a menos que le
precisaran ser bueno”. Al respecto, respondía a quien me lo había enseñado que
era una tontería pensar de ese modo, es decir, sobre la bondad o maldad del hombre,
ya que me es imposible pensar que nazcamos predeterminados hacia un modo de
actuar frente a los demás.
Nuestras primeras
señales de carácter se dan poco más o menos a la edad de 6 o 7 años (e incluso mucho
antes debido a nuestros tiempos), por lo que no podemos afirmar que dicho carácter
brota hasta germinar en un producto como tal. Es evidente, aunque no lo
parezca, que durante nuestros primeros años nos formamos ciertos hábitos mediante
la enseñanza de nuestros padres, la escuela, la televisión y cualquier otra institución
educativa; y es en ellos donde observamos lo bueno y lo malo, adquiriendo aquello
que determinamos como lo más conveniente para nosotros mismos.
Es la cultura que nos
corrompe, pero también es la que nos puede llevar por el camino correcto, en el
dado caso que predique lo que se debe hacer. No por esto, sin embargo, significa
que realmente nazcamos predispuestos hacia un modo de ser, sino que, más bien, nacemos
como cajas vacías. Cajas que se va llenando conforme vamos viviendo, sea de caracteres,
sentimientos, conocimientos, experiencias, etc. Así es como llegamos a ser buenos
o malos, y no porque naturalmente nazcamos de dicha forma o porque así nos hizo
un ser superior antes de ver la luz del mundo. Cabe mencionar, sin embargo, que
a pesar de no nacer con todo ello, sí venimos con las facultades necesarias
para poderlas adquirir y desarrollar. O sea que naturalmente disponemos de lo necesario
para llegar a ser lo que queremos, pues, como afirma el filósofo de la voluntad,
querer es poder, y a veces hasta un deber.
Retomado el asunto
que me atañe, hay algo, además de facultades, de lo que no podemos dudar que
existe al momento de nacer: el deseo de supervivencia. Queremos estar vivos a
como dé lugar, por lo que anteponemos nuestra existencia al de los demás. Hacemos
lo que hacemos por nuestra existencia. Vamos en contra de los demás si éstos no
nos permiten actuar como queremos, y ellos a su vez tienen la posibilidad de hacer
lo mismo. Caja que se va llenando de odio (y también de amor) que permitirá luchar
en este mundo de lobos. Si consideramos esto último como algo cierto y verdadero,
puedo afirmar que somos egoístas por naturaleza, no porque nazcamos amándoos a sí
mismos, sino debido a que ponemos nuestro “yo” antes que el tú”, tal como cuando
elegimos a nuestros “amigos”, siendo con éstos las personas más egoístas de lo
que podemos ser, aunque parezca lo contrario…
El mismo triste Godín.
No hay comentarios:
Publicar un comentario