Presentación

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miércoles, 18 de enero de 2017

Siempre habrá más cafeterías



Corría lo más rápido que podía. La rodilla lastimada le hacía sentir espasmos que llegaban hasta su cadera. Sudaba copiosamente, pero no jadeaba al correr. Su semblante seguía rígido como cuando dijo las últimas palabras que ella escuchó salir de su boca, y de las que se arrepentía de haber expulsado con su gruesa voz. “No tengo nada que ofrecerte, piensa si de verdad quieres estar conmigo.” Claro que tenía algo que ofrecerle; tal vez era nulo o quizá fuera inútil, pero podía ofrecerle risas, y momento divertidos, pequeñas frases que la motivaran y también enojos fundados por sus malas decisiones; podría darle consejos sobre cómo tomar las riendas de su vida y sin duda podría decirle que dejara ya de sentir tanta pena por ella misma. Podía ofrecerle su tiempo, aunque ella lo malgastara hablando de trivialidades incoherentes que sólo llenan un vacío sonoro con absurdas frases que se limitan a preservar su voz; podría brindarle evasivas porque en realidad jamás le gusto dejarla hasta la puerta de su casa y andar durante dos horas en un transporte atestado de sudor y alientos hediondos. Podía escribirle poesías y hacer que ella sintiera que era deseada por él a tal grado que todo su mundo se detenía, aunque en realidad el estuviera más preocupado por el perro, por no ser asaltado después del día de paga en el trabajo, porque la tienda no hubiese cerrado para comprar cerveza, o por cualquier cosa, realmente.


Comenzó a detenerse a pocos metros de llegar a la tienda donde ella era la encargada los fines de semana. La miró detenidamente, pensativa, sola, y desaliñada. Miró sus labios pequeños y transparentes; contempló sus cabellos rizados. Escuchó a un par de hombres que iban caminando y hablando. Uno de ellos le dijo al otro “Si estás solo es porque eres un idiota, eres feo, o un fracaso”. Caviló al respecto, y se dijo a si mismo que él conocía a muchos hombres feos con pareja; también sabía que los idiotas eran lo más propensos a ser felices dado que había una enorme cantidad de gente cuya superficie era símbolo de plenitud; y vaya si hay una enorme cantidad de fracasados que viven perfectamente con mujeres resignadas a la buen voluntad de la suerte de mantenerlos con vida un día más, aunque sea en la perpetua limitación de sus aspiraciones, las cuales no cuestionan. Mirando hacia el local donde trabajaba su ex novia, a la cual el terminó con esa frase directa, la imaginó meditándo sus palabras cuidadosamente después de llorar un par de horas mirándose al espejo y en ocasiones escribir insultos en su libreta; después de bañarse viendo correr el rímel de sus ojos, y sentir su cuerpo desnudo y solo; después de ponerse el pijama y dar vueltas a la cama y continuar con este ritual durante una semana en la cual sólo lo interrumpió un viernes que fue a beber con sus amigas para ponerse feliz y terminó vomitando toda la cerveza que a ella no le gustaba, pero que por dolor bebía y porque quería recordar el aroma que el siempre expedía; después de una resaca y una cruda moral por abofetear a su amiga la cual le dijo que no valía la pena seguir así, y después de hablar con su hermana, quien le dijo “A mí ni me digas, que estoe igual“, se despertó un lunes por la mañana, y aún en el ensueño de verlo y tal vez renovar emociones aplazadas por la distancia, él, recordaba, simplemente nunca llegó a la cafetería donde se conocieron y desayunaron juntos durante ocho meses. Recordó que ella había parado ahí para desayunar después de una fiesta, mientras que él sólo iba al trabajo. El lugar estaba lleno y comieron en la barra. A ella le sorprendió ver que alguien desayunara con cerveza, pero después miró a su alrededor y se percató que en esa cafetería de Portales había gente que ni siquiera había salido desde la noche anterior. Él le pidió que le alcanzara la sal y ella accedió. Él le dio una sonrisa y sin más le preguntó su nombre y aunque al principio le pareció interesante su historia y le resultó fácil el que ella viviera tan lejos, pronto se aburrió. Sin embargo se aseguró de verla una vez más, con desgana, por cansancio. Sin darse cuenta ambos pensaron lo mismo y por esa razón cuando él fue a buscarla le dijo que tenía razón, que él ya no tenía nada que ofrecerle.


La intolerancia al rechazo era sólo la punta del iceberg; ser abandonado le parecía algo lógico, algo que incluso tardaba mucho tiempo en ocurrir. Pero la frustración era un sentimiento que nunca había logrado tolerar. Ser olvidado, y no ser algo grande en la memoria del universo le parecía una de las cosas más tristes del existir. Una mujer es lo más cerca de ser una partícula elemental del universo, y perder a una era perderlo todo, según su perspectiva. La atención que nos da la gente es en sí misma el motor de nuestra superación, bajo esta perspectiva. Un día, ebrio, fue a casa de la entonces ex novia a media noche, pero por la cantidad de alcohol que había consumido, y por la parquedad que tienen los decoradores de la colonia donde vivía, en la cual todas las casa parecen la misma, llegó y tocó la puerta equivocada; era el hogar en el que habitaba una familia. El hombre de la casa -que siempre se encontraba del mal humor consecuencia de trabajar para una empresa que en ocasiones le exigía quedarse hasta tarde sin horas extras pagadas, y que por su edad y falta de estudios no podía denunciar tal abuso por miedo a perder lo que consideraba su única forma de ingreso, cuya señora e hijo sólo revelaban cierta calidad de noticias para no provocar una discusión o un regaño y que aunque jamás les golpeo, sus manos muchas veces estuvieron a punto de traicionarlo- abrió la puerta y todo el coraje retenido salió cuando y vio al hombre ebrio gritando y orinando en el bote de basura que dejaban en la entrada. Recibió varios golpes secos que lo derribaron, sin embargo logró incorporarse y mientras el señor le preguntaba a su esposa quién era ese sujeto, salió corriendo lo más rápido que pudo. Se cayó cuando al correr metió su pie en un bache. Tomó un taxi y perdió la mitad de su paga.


Sin haberla apartado de su vista recordó todo exactamente, todo el dolor y la indiferencia; inesperadamente volvió a ser consciente de su rodilla y pensó que eso es lo único que realmente había sentido en realidad ese día; un dolor primitivo que no afecta su alma, sino su ego, su vital motor de valentía; valentía que le produce honor; honor que le otorga consciencia de sí mismo; consciencia que introduce dudas sobre lo que representa su vida ante sus ojos; dudas que quiere evitar escuchando la opinión de una mujer; una mujer a la que realmente jamás ha querido. Recordó la frase de los hombres que caminaban charlando y la rechazó totalmente. “Si estoy solo es porque debo estarlo.” La miró por última vez. A partir de ese día ninguno regresó a la cafetería.


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