Presentación

Presentación

domingo, 30 de abril de 2017

El problema: parte II (aceptación de la sofística)



Cuando escucho la frase “en gustos se rompen géneros”, siempre veo una barrera, límite o intención de que ya no se discuta qué es lo bueno. El gusto deforma nuestra compresión de lo bueno. Lo bueno se reviste, se maquilla, según se estile en la época a partir de lo que resulte agradable. Por eso no resulta sorprendente que haya frases, modos de escritura, estilos artísticos, que predominen durante épocas sin que se sepa por qué. Una causa nunca será el gusto, pues el gusto es irracional. El gusto cancela toda posibilidad de que la filosofía sea filosofía, el gusto hace que el ser se esconda y se revele. El gusto nos enceguece a ver el mal.

Nos gusta leer lo que nos agrada y difícilmente cuestionamos esos gustos. El gusto como guía intelectual influye en el gusto como modo de actuar; quizá lo que nos motive a actuar influya más en lo que nos gusta leer y pensar que viceversa. No es difícil que coincida que a quien le gusta leer a autores bohemios intente actuar como un bohemio. Si aceptamos la influencia del gusto en las acciones, se oscurece o cancela la posibilidad de que sepamos por qué actuamos, para qué actuamos y si acostumbrados a que nos guste actuar mal, podamos actuar bien. Pero quizá esta reflexión no sea del gusto de muchos, por el tema, el modo de presentar los argumentos o la persona que lo esté escribiendo. Rebobinaré. 

El gusto parece formarse por lo que nos agrada y lo que nos desagrada, para conseguir lo primero y para evitar a toda costa lo segundo. Pero si la única base es el gusto, ¿cómo sabemos cuándo nos empezó a gustar lo que nos gusta y a disgustar lo que no nos gusta?, ¿se trata de pensar cuándo comenzó?, ¿somos tan moldeables que según nuestras experiencias en determinada etapa y con cierta magnitud forman o determinan lo que somos? Por ejemplo, si vivimos en tiempos de guerra, ¿la destrucción moldeará lo que nos agrada y desagrada de tal manera que una persona que ha vivido entre detonaciones no se comportará de la misma manera que una persona que ha vivido en plena opulencia? Una persona con gustos (prejuicios) contemporáneos responderá que el contexto influye decisivamente, pero eso niega la posibilidad de que las personas podamos elegir, de que podamos revertir el paso de la historia. Aunque toda elección se hace desde un contexto. 

Creo que me he desviado del problema que quería describir. Pero de cierta manera cada párrafo de este texto trata de distintas maneras el problema del gusto. El gusto vuelve todo retórica. Si aceptamos que no hay verdad, que toda palabra parte de un estado de ánimo que fue formado a partir de lo agradable y desagradable de la persona que lo manifiesta, no hay manera de decir por qué es preferible escribir cuento a novela, ensayo a poema; tampoco se puede decir por qué es preferible ser justo que injusto; no podríamos determinar si es mejor Coehlo que Platón, tan sólo uno nos gusta más y el otro menos; mucho menos se puede decir por qué es preferible dedicarse a estudiar una carrera que otra. ¿Por qué no digo el problema con toda su crudeza?, ¿por qué no declaro con suficiente claridad lo que acabo de afirmar?, ¿por qué distraigo haciendo referencia a una entrada anterior y con ello juego con el gusto que tenemos por el escándalo? Porque quizá algún lector, si lee con sangre, pueda resultar perjudicado por las ideas. 

El problema de no dialogar, hasta donde lo he podido entender, es que el pensador ha renunciado a la posibilidad de que pueda influir en su sociedad de alguna manera, de que no sepa cuándo se está engañando a sí mismo, cuándo está engañando a los demás o cuándo está siendo manipulado por alguna idea (como la idea que tanto les gusta a los estudiantes de filosofía de que la filosofía es inútil). Es decir, quien no dialoga, no sólo no quiere confrontar sus ideas, no sólo no se interesa por sus amigos, no se interesa por vivir bien.

Fulladosa

2 comentarios:

  1. Vaya, un texto para releerse, sobre todo por la velocidad de sus argumentos. No cerrar la boca, no privarse, sin embargo hay que escribir como se lee: con sangre. A ello no puedo oponerme. El juicio como algo irracional, ahí quizá debería esgrimir algunos argumentos, pero prefiero terminar de leer más sobre tu posición.

    Saludos, un gusto leerte :)

    ResponderEliminar
  2. Si no mal recuerdo, este texto nació de una discusión que tuvimos. Sobre tu idea de que el juicio puede ser algo irracional, coincido contigo hasta donde el juicio necesite de algo como la voluntad o el deseo para surgir; no hay juicio sin pasión ni pasión sin juicio. Disculpa la demora en contestar, pero hasta ahora, que ando repasando mi andar por este blog, pude ver tu comentario.

    ResponderEliminar