Hace poco
lanzaron una pregunta muy interesante aquí en el blog: ¿en qué consiste ser un
buen escritor? Los motivos por los que no la hayan respondido o querido
responder no me atañen, pues la pregunta es muy interesante. Según se colige de
una entrada anterior, no se puede ser un buen escritor, sólo gustar más o menos
a los lectores según el ánimo imperante en la época. Eso explicaría por qué son
más leídos en la actualidad autores que dentro de cincuenta años serán
olvidados que aquellos que llevan cientos de años conquistando los corazones
literarios. Creo que por aquí se puede comenzar a ensayar una respuesta. Pero
antes de la respuesta hay que refinar la pregunta: ¿cómo logran los libros de
los grandes autores desafiar y derrotar al tiempo, cual Zeus ante Cronos? ¿Qué
nos dicen las tragedias griegas, el teatro shakespereano o el Ingenioso Hidalgo
Don Quijote de la Mancha, libros que todavía leemos? No sólo son referencias
llamadas ambiguamente cultas, sino que las grandes obras siguen imprimiéndose
en diferentes ediciones y traducidas a casi todos los idiomas posibles.
Si pensamos en
Shakespeare, por ejemplo Romeo y Julieta, podemos ver cursilería dolorosa, pero
también podemos ver un tema general, más que un tema, (porque eso suena a
anaquel académico), se puede ver un aspecto humano. Todos nos enamoramos. Pero
¿por qué nos gusta ver a dos enamorados? Eso también lo podemos ver en alguna
telenovela o en casi cualquier película con dos protagonistas exageradamente
moldeados para agradar al público femenino y masculino. ¿Qué diferencia hay
entre la obra más famosa de Shakespeare y The Notebook (Diario de una pasión)? Quizá
sea injusto para el dramaturgo inglés acusarlo de que la historia donde pelean
los Montesco contra los Capuleto se reduzca a una relación amorosa.
Precisamente esa oposición entre amor y venganza, felicidad y tristeza, representada en cinco actos, sea el verdadero
tema de Romeo y Julieta. ¿Pero eso por qué vuelve un clásico a Shakespeare? El
tema, mejor dicho, el problema que se presenta en la obra de teatro nos puede
dar luces suficientes. Amor y venganza (un tipo de odio) son pasiones básicas
en todos los hombres.
¿El amor y el
odio arroparán, conducirán, todas nuestras relaciones humanas? ¿La amabilidad,
la alegría y la fraternidad son como el amor? ¿Son, pensémoslas así, disposiciones
anímicas agradables que tienen su base en el aprecio y gusto por convivir con
otras personas? De la misma manera, ¿el enojo, el egoísmo y la amargura son
como el odio? ¿Dichas disposiciones tienen su base en un desagrado, quizá odio,
por el género humano? Tal vez estoy exagerando lo que el genio inglés quería
decir con Romeo y Julieta, porque ahí se muestran mayormente los actos más
atroces de venganza y expresiones majestuosas sobre dos personas enamoradas.
Pero tanto la venganza como el amor quitan la vida. Así que es difícil decir
que el amor sea mejor que la venganza. Pero quizá sin la tradicional venganza
entre los Montesco y los Capuleto, Romeo y Julieta sí hubieran podido consumar
su amor. Quizá el sentido de la obra sí vaya a la oposición entre amor y venganza.
Pero no sólo el
tema es lo que vuelve un clásico a Romeo y Julieta, sino también el modo en el
que se van contraponiendo ambas pasiones; cómo Romeo, enamorado de Julieta,
busca la paz con Teobaldo, pero una vez que éste mata a Mercucio, el recién
enamorado maldice su cobardía, se enardece de odio y mata a Teobaldo. De eso se
trata: Shakespeare nos permite descubrir que el hombre ama con la misma fuerza
con la que odia, y que a ambas pasiones es propenso. Todos los hombres de todos
los tiempos hemos amado y odiado. Shakespeare se vuelve un clásico, quizás un
buen escritor, por conocer las disposiciones fundamentales del hombre y
mostrárnoslas. ¿Si ya no amamos y ya no odiamos dejamos de ser hombres?
Fulladosa
No hay comentarios:
Publicar un comentario