Si recordara un poco tu mirada
cuando de niño yo dormía en la cuna,
quizá no arrastraría mala fortuna:
producto del desprecio y de la nada.
Tu mirada cambió tras mis pupilas,
agredida por mi mala memoria.
Nueva mirada ruda, nueva historia,
fomentó en mi mirada las rencillas.
Nació en mí la mirada verdadera
después que tu palabra y tu caricia
revivieron la llama valerosa
de mi pecho, raudal de agua sincera.
Tu mirada: caridad y justicia,
Me arranca la fortuna pedregosa.
No recuerdo los cambios de pañales,
ni el alimento de tus corazones,
pero a veces escucho tus canciones
y brotan sentimientos a raudales.
No te culpo ni responsabilizo
del azar y la suerte que he forjado,
más bien beso de lejos tu costado
que palpita dejando de ser liso.
Con el tuyo llenaste mi corazón.
Eres gota, eres mar, eres el cielo;
riegas, musitas y llueves en la flor.
Mamá, tu sangre, tu amor y tu sazón,
tus sueños vivientes en tu desvelo,
son la causa de las miradas de amor.
Talio
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