La siento fría
y siempre pienso
—¡Oh, qué alegría,
si no se hubiera muerto,
no la tendría!
Yo no lo hice,
aunque parece.
Yo sólo dije
que cuando el amor crece
los ojos se hacen grises.
Está en mis brazos.
Está en mis brazos.
No está en el cielo.
No está en el cielo.
Es en mi cuarto
dónde la quiero.
No me responde,
no me hace caso.
Aunque no se me esconde
no la encuentra mi abrazo.
¡Dónde está, dónde?
Veo en su mirada
cómo me mira:
como a la nada
que me suspira
enamorada.
Si pudiera decirle
todas las veces
que la seguí,
que la miré,
que hice pactos con la vida,
con infierno y con Dios
para conseguir su amor…
Se alegraría
de estar aquí
junto a mi boca
que se agusana
comiendo toda
su fría presencia.
Esto es amor,
esto es amor.
Está en mis brazos.
No está en el cielo.
Está en mis brazos
de cementerio.
Glauco
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