también la necedad de ver lo cierto…
Sabemos bien, sin más, que Dios ha muerto
sereno y desgraciado en la costumbre.
Destruye al necio el músico incesante,
ése que habla dos veces cuando canta…
Sabemos bien que el necio se decanta
sobre la vibración del Dios cantante.
Es un misterio antiguo e increíble
aquel que al necio lo hace bondadoso,
aquel que a Dios lo vuelve novedoso.
Una explosión intensa e inaudible
se queda agazapada en nuestra voz
y al tener fe: se hace la voz de Dios.
Glauco
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