El primer beso que se dará después de
un rotundo sí es tan esperado que se
vuelve el motivo de la elaboración de múltiples escenarios en los que se
vislumbra toda acción y reacción, toda sensación, toda emoción, toda pasión,
toda la vida de él. En un caso similar se encuentran un primer día de escuela,
una primera visita al dentista, un nuevo juguete, un primer de todo. Y es que
difícilmente podemos escapar de la expectativa, siempre andamos viendo cómo
serán las situaciones, planeándolas y esperando de ellas la alegría de vivirlas,
y eso, aunque al final sea sólo una imagen recordada que la caprichosa realidad
nos modificó a su antojo, nos mueve al ejercicio de nosotros mismos; a seguir
viviendo; a buscar la felicidad.
Parece un tanto iluso creer que la
expectativa nos acerque o nos haga ser felices, pues no siempre sucede así. He
visto a un sinfín de personas mortificarse ante lo dolorosa que será la
pedicura la próxima primera vez, o, quizá más serio el asunto, perder la calma
ante la creciente pérdida de un ser amado. A pesar de ello siempre hay en el
alma humana una imagen que nos hace creer que será mejor de lo que pensamos y
nos permite dizque planear cómo será. Ahí es donde está la expectativa. Sin
embargo, cualquiera podría creer que, más que hacernos felices, la expectativa
nos aleja de la felicidad, pues sólo nos enjaula en el incipiente deseo,
impidiéndonos estar atentos de la realidad y sus consecuencias, pero no es así
y esto se debe a que esta señorita que camina hacia adelante sin llegar a donde
fue se encuentra en un plano ajeno a la realidad, pero que tampoco es pura
imaginación; está en la experiencia humana, experiencia que no ve separación
entre la imagen y lo real.
Es por lo anterior que aún no puedo
–y creo que no podré– creer que la expectativa sea de ilusos. Sería más iluso
quien se aferre a vivir siempre en el realismo que le definió la RAE. Tan claro
es que la expectativa nos aleja, hasta cierto punto, del dolor, que hasta nos
permitimos hacer chistes del porvenir, algo como: cuando llegue mi suegra le
diré –pásele suegrita, no la vayan a ver los vecinos y me tachen de tener
tratos con traficantes (mientras el chistosito está pensando en la pinche cara
de maleante que tiene la suegra)-, aunque al final no se logre. El chiste ya
nos ha hecho reír antes de que la suegra llegue, y al recordarlo cada vez que
esté molestando durante la velada, seguramente se nos asomaría una sonrisa. Y
esto en el caso más nimio de la expectativa, no puedo imaginar cómo sería en un
caso de proporciones seriæstratosféricas –me encanta escribir sin el rigor
académico que impide usar palabras inexistentes para hablar de lo inefable o
hacer chistes.
De este modo la expectativa es una de las bondades del alma humana, una que nos permite creer y movernos hacia ello con la esperanza de que habremos de ser mejores en eso que realizamos, o mejor dicho realizaremos, y lo digo así, porque ésta es únicamente del y para el que la vive, pues nadie espera lo peor para sí. Y a lo mejor queda por incluir que quien tiene expectativa no sabe qué es el bien, la felicidad, la verdad, y cosas de esas que se mencionan donde nadie habla, pero hasta el que se pregunta por esas grandiosidades se lo pregunta expectante. De tal manera todos esperamos, vivimos y volvemos a esperar; así nos ejercemos (pero no nada más así).
De este modo la expectativa es una de las bondades del alma humana, una que nos permite creer y movernos hacia ello con la esperanza de que habremos de ser mejores en eso que realizamos, o mejor dicho realizaremos, y lo digo así, porque ésta es únicamente del y para el que la vive, pues nadie espera lo peor para sí. Y a lo mejor queda por incluir que quien tiene expectativa no sabe qué es el bien, la felicidad, la verdad, y cosas de esas que se mencionan donde nadie habla, pero hasta el que se pregunta por esas grandiosidades se lo pregunta expectante. De tal manera todos esperamos, vivimos y volvemos a esperar; así nos ejercemos (pero no nada más así).
Yo sólo espero que no sea tan
desagradable leer esto. Y si sí, espero que con el tiempo ya no.
Talio
Maltratando a la musa
Haleo
Jugar con el ritmo, con las palabras,
con el metro y el fabuloso ingenio,
es un juego recto, cual si
encontrarascon el metro y el fabuloso ingenio,
en una fiesta un payaso serio.
Nos confundimos entre los saberes
que creemos saber y queremos decir,
y los que, más allá de nuestras mieles,
la musa nos empuja a dejar salir.
Quizá de nuestros males sea culpable
el haleo entre lo humano y lo divino,
que nubla, de las letras, el camino,
que nos hace juzgar mal lo que vale
la belleza que en el silencio clama
y la brillante, pero opaca, fama.
Talio (también)
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