En
vilo
La visita papal en puerta nos
intriga y, a muchos, nos emociona cándidamente. Las actitudes públicas que ha
mostrado, incluyendo su encíclica, no han sido del todo comentadas por la
opinión pública, o no como podría hacerse. Los detractores no pueden sentir su
ataque sin un dejo de ambigüedad, por llamarle algunos un “Papa progre”, por su
defensa de posturas que consideran contrarias a la dogmática de la Iglesia.
Otra parte prefiere el silencio. Pero la visita no sólo debe ser entendida a la
luz de las turbulencias políticas, por más que, inevitablemente, una visita
papal siempre tenga fines políticos.
No debe entenderse así, porque
los fines políticos no se entienden en su totalidad si desvinculamos el mensaje
misionero de Francisco del principio evangélico mismo de una misión: las
virtudes cristianas, y la buena vida a la luz de la idea del prójimo. Todo el
morbo de los medios que se alimenta por el misterio de lo que sucede podrá dar
materia de especulación, pero nunca nos hará entender y saber qué podemos
esperar de su visita, dejándonos con la duda incluso después de la partida del
Santo Padre.
Tildar a un papa de progre
puede ayudar mucho en el discurso público, como lo muestra la aprobación en las
redes sociales que tuvo la visita papal a E.E.U.U., pero nos deja con el
problema de separar la posibilidad de entender su mensaje como auténticamente
católico. Lo cual quiere decir que seguiríamos estancados en pensar la
violencia, la homosexualidad, la paz y la política como temas hacia los que
Francisco quiere abrir el pensamiento y la razón cristiana, como lo ha
demostrado con sus mensajes públicos y su valentía civil. Salvar ese abismo
podría hacer que algunos despertaran de la fantasía moderna, y brindar a los
que batallan en el frente contrario una causa por la cual repensar a un enemigo
que creían muerto, y que, según él, es vano el esfuerzo por considerarlo como
enemigo.
El rencor anida con facilidad
en un corazón; sobre todo en nuestros tiempos, como nos consta. La visita a uno
de los países con cifras más católicas no debe hacernos halago, aunque tampoco
arrancarnos la esperanza. Notoriamente, y en la superficie, las sedes escogidas
para la visita reflejan una preocupación por abrirnos los ojos hacia el pan
nuestro de cada día, nombre que damos a la violencia desatada por la inutilidad
de la política y por el imperio del narco; pero en el fondo encubren también un
problema que nos pesa discutir: el significado de una comunidad política, más
allá de las diferencias que no nos agradan. Ligados están los temas; lo están
de manera profunda, pues la violencia es la herida jamás suturada por la que
mana la sangre de nuestros fracasos morales.
Sajada la herida, es importante
que reconozcamos el dolor en ella, pues sin tal reconocimiento las goteras de
sangre seguirán marcando el rumbo de un sinsentido. Son esas heridas las que
quizá puedan entenderse mejor si las comparamos con las heridas del sacrificio.
Las fracturas, como bien se verá, no se podrán sanear con la ira que generan, y
creo que eso será parte central del mensaje papal. La ira y la admiración por
el crimen son síntomas de las heridas que menciono. Aunque recobrar el sentido
de una comunidad lleve más tiempo de lo que quisiéramos, sin sentir y entender
lo común en lo bueno es imposible retomar el rumbo. El ejemplo de la valentía
que no pierde la prudencia al ir a la zona de guerra, para aliviar al herido,
debe ser contrapuesto a la insignia de lo que comúnmente entendemos por valentía:
el hombre que todo lo puede, por cualquier medio.
La desigualdad entendida a la
luz de la misericordia. Entender la pobreza de otro modo, más allá de su lugar
en la escala económica. Es ésta la venda que hay que retirar de nuestras
miradas. Hasta ahora, los medios le han favorecido a Francisco. Falta estar
atento si eso sirve para entender el problema que, por lo que veo, los medios
que lo han favorecido de tal modo pocas veces saben manejar de manera acertada.
Quien entiende lo humano que hay en la pobreza, cerca estará de ver al
misionero como hombre de paz, no sólo como diplomático. El sentido político que
tanto se discute no es de mucha ayuda sin el mensaje político del cristianismo;
y ése, aunque nos cueste admitirlo, requiere del perdón para la buena voluntad.
Sólo a partir de ello pueden brotar los demás frutos de la fe. La llegada de
Francisco viene a conmovernos ante la desolación que la mentira del progreso ha
sembrado en nuestras almas.
Tacitus
Te agradecería mucho, y mis ojos aún más, si pudieras aumentar el tamaño de las letras.
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