Presentación

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domingo, 12 de junio de 2016

La imposibilidad de la percepción individualizada: notas sobre el Teeteto parte V



Yo no pretendo hablar sobre lo único y singular que es mi pensamiento en torno a los diálogos platónicos o, más individualmente, en torno al Teeteto. Única y exclusivamente, en la medida de mis posibilidades y de mis prejuicios, pretendo ver lo que un gran pensador me ha sugerido seguir. ¿Por qué seguirlo?, ¿por qué ir tras la estela que va dejando el gran Platón?, ¿no sería preferible iluminar con mis pensamientos la veraniega tarde de la filosofía? Es decir, ¿no sería preferible enarbolar mi originalísimo pensamiento entre tantos originales pensamientos donde el sol del pensamiento platónico es el sol? Con lo anterior queda lo suficientemente claro el porqué decir que el pensamiento original es el más importante o el mejor es desconocer a quienes verdaderamente han pensado. De una manera semejante, las cosas no son totalmente diferentes entre sí; la condición de las cosas es que sean semejantes entre sí. Anteriormente no hubiera dicho esto, pues esperaría que mi lector no se quedase con mis palabras, que pensara conmigo, que se diera cuenta de la unión entre mi primer y mi segundo párrafo, que se alejara de su individualidad. 

Sócrates quiere hacerle ver a Teeteto cómo el pensamiento de Protágoras nos hace sabios a todos y a ninguno. Para lo cual, primero debe decir que ninguna cosa puede ser igual a otra; llega al extremo de sugerir que las cosas son totalmente diferentes cada una entre sí. Hagamos un pequeño ejercicio para corroborarlo y no quedarnos con las palabras del gran maestro. ¿Cuál es la semejanza entre un hombre y una mujer? Hay muchas semejanzas, pero las más visibles son que ambos tienen las capacidades de pensar y de hablar. No seamos tramposo con Sócrates, hay que usar su ejemplo: ¿es evidente que una persona enferma no puede percibir de la misma manera que la misma persona en estado de salud? Según el argumento, deberían ser dos percepciones diferentes y muchos en algún momento así lo hemos creído. Es evidente que nuestra percepción de los sabores cambia cuando nos encontramos enfermos que cuando nos encontramos saludables, pero también cambia cuando hemos comido algo salado y después comemos algo dulce, o viceversa. Por otro lado, ¿una gripa nos impide ver que un automóvil es más grande que una hormiga? Asimismo, ¿cuántas enfermedades más o menos comunes a todos los hombres nos hacen desconocer quiénes somos? Pero una pregunta todavía más importante: ¿para qué nos pone esto Sócrates? Me parece que quiere hacernos patente la falsedad de individualizar exageradamente la percepción y, en consecuencia, todo conocimiento. Me parece que quiere refutar lo que imposibilita el diálogo. 

Fulladosa

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