Encontré, en mi
lectura matutina de los periódicos, una frase que me fascino y se ha convertido
en el estribillo de mis reflexiones: “[Twitter] es como una cantina a oscuras y
ruidosa en la que te metes sólo para que algún desconocido te aseste un sillazo
en la espalda.” Cada que la leo no puedo evitar lanzar una carcajada, un grito
de risa que se apaga con el seco sillazo de saberme incapaz de encontrarle
sentido a la mentada red social. No quiero volver al lugar común donde se dice
que las redes sociales, especialmente Twitter, cercenan la posibilidad del
diálogo y en consecuencia de la política, tampoco busco lanzar sillazos, pero
es inevitable advertir que ningún tuit nos hará mejores lectores. Ni 280
caracteres lograrán que seamos conscientes de nuestros prejuicios.
Amontonar libros
en la memoria suena tan aburrido como arrinconar miles de papeles en un rincón;
no ayudan a nada, nada clarifican, mucho menos comprendemos por qué estamos
juntando tanto. Creo que hay clubes de coleccionistas de datos, que se
engrandecen presumiendo a otros sus enormes montones, recordando qué dice la
línea 6 del papel 18 que se encuentra en el montón 54 recolectado en 1570 y
recuperado por él. ¿Ganará quien tenga más montones o quien pueda recordar con
mayor exactitud el contenido de todos sus papeles? Sinceramente apreciaría más
lo segundo, pues es más raro de verse. Pero, una vez fuera del club, ¿qué hacen
aquellos coleccionistas de datos?, ¿viven como todos los demás, pero con más
orgullo por tener algo distinto?, ¿viven infelices porque pocos les reconocen
su sapiencia?, ¿se mezclan entre los demás y se confunden? Lamentablemente, sus
oscuros rincones son estáticos.
Leer es el acto
de educación básico. Si uno no sabe leer o si no fue educado en el modo
adecuado de leer, su educación es precaria, limitada. El problema se agrava no
sólo si creemos que el conocimiento tiene una aplicación práctica y su
finalidad principal es la consecución del éxito social, sino si se critica esta
intención. Las carreras ubicadas dentro de las humanidades presumen los mejores
índices de lectura, pero los humanistas quizá no sean a quienes más les gusta
leer y sean quienes leen peor. ¿A qué me refiero cuando hablo de buena y mala
lectura? A no entender lo que nos dice el autor en algún libro y a no querer
indagar los motivos por los cuales lo escribió. Si suponemos que un texto nos
va a decir lo que queremos que nos diga, estamos leyendo mal, pues estaríamos
adecuando nuestras ideas a lo que estamos leyendo. Los modos mencionados de la
lectura poco cuidadosa, desafortunadamente, son usados constantemente por los
humanistas especializados, aquellos que se vuelven especialistas en un punto
específico del pensamiento de algún pensador, historiador o poeta genuino. Ellos
leen para armar un discurso cuyo centro es inamovible y se les van acumulando
nuevos conceptos; algunos tienen distintas especializaciones, pero nunca son
capaces de confrontar los conceptos de sus dos especialidades, ni qué decir que
eso les sirva para entender el mundo y su propia experiencia en él. Si esto
suena tenebrosamente aburrido, lo más tétrico es que así les enseñan a leer a
sus estudiantes, propagando sus vicios en personas altamente influenciables. Aunque
esta situación se vuelve cómica cuando los especialistas se quejan de que sus
alumnos no entienden nada (a veces les lanzan sillazos); los especialistas
simplifican sin darse cuenta de que lo hacen, pero manteniendo su autoridad
como simplificadores expertos.
Sólo cuando se
lee con cuidado la autoridad no recae en el especialista, pues tanto el
especialista como las personas a las que enseña no son tan inteligentes como el
autor que están leyendo. La autoridad se da justamente cuando el autor, o el
buen lector, dicen algo verdadero; la autoridad no la otorga la tradición. Leer
con cuidado es querer entender el mundo con cuidado, sin tablas, esquemas o
conceptos inamovibles. La literatura, por ejemplo, nos ayuda a entender los
problemas de las relaciones humanas. ¿Si leer no nos ayuda para entender la complejidad
de la realidad, para qué leer?
Anuncio. Estimado y fiel lector que cada dos semanas veías mis ocurrencias, arrebatos y reflexiones, lamento que ya no podamos seguir interactuando en este espacio, pues me voy a otro lugar donde, con trabajo constante y algo de suerte, podamos seguir reflexionando juntos. Mis mejores deseos para ti y para todos aquellos que se quedan en este espacio; platiquen y dialoguen mucho.
David A. Fulladosa
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