Dibuja un corazón y un negro rayo
enérgico, asesino y misterioso,
atravesando el palpitar de mayo,
interrumpiendo el sueño esplendoroso
del dormilón que está electrocutado
por el fulgor oscuro y silencioso
de ti y tu laberíntico costado.
En el papel dedícale una hoja
al crimen pasional que has perpetrado.
Con una mueca dulce, blanca y roja
abriste mis pestañas cual los mares
del vino colorado de la Rioja
abren paso a la lengua y sus pesares,
sus tristezas, sus penas y alegrías.
Tu sonrisa soltó mil tempestades.
Colorea una canción con melodías
de tu lengua, tus dientes y tu boca,
para escucharla el resto de mis días;
una armonía, un sonido que sofoca
mis ansias de estar muerto mientras vivo
deseando el universo que me evoca
recuerdos invisibles que ahora escribo
dolido por la maldita ceguera
que destruyó el puente de mi estribo.
Con los ojos cubiertos por la cera
no veré tu canción ni tu dibujo,
no veré lo que es, veré lo que era.
El corazón atravesado estrujo
buscando eliminar el negro rayo
que quema, de mis venas, todo el flujo.
No quisiera seguirte con soslayo,
ni que duela en tu pecho mi sordera.
Quisiera que como un loco lacayo
pudiese caminar siempre a tu vera.
Talio
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