Me cubro del calor de mis cobijas
y en esa oscuridad estoy seguro,
seguro entre reflexiones prolijas,
seguro de que no todo es oscuro.
Villanos de la noche me acarician
los oídos con sus pisadas leves,
sigilosas, que de a poco aterrizan
en mi cama dejando daños breves.
El temor languidece en las almohadas
esponjosas donde anidan los sueños;
no hay temor en las noches estrelladas.
Despertar le da miedo a los pequeños
pues sus almas se quedan destapadas.
El miedo es nuestro peso y nuestro rueño.
Talio
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