En el tejado se pasa
un gatito guitarrista
que con sus garras desplaza
las cuerdas como un artista.
Ronrronea una melodía
que a los ratoncitos llama,
se acercan con alegría
para escuchar cómo clama.
Muy alegre su auditorio
aplaude tras cada pieza
a ese gatito tenorio,
y una nueva pieza empieza.
Vienen también las gatitas
con sus bigotes rizados
y sus pestañas bonitas
maullando por todos lados.
El gatito vocaliza
pues viene un difícil canto,
con él los lomos eriza;
vaya que el talento es tanto.
Un vecino se despierta:
es humano y no conoce,
y sus pantuflas avienta
al no comprender el goce.
Se ha terminado el concierto
y las gatas y ratones
dejan el techo desierto,
comentando las canciones.
El gatito se prepara
para marcharse a su casa:
lava y despeja su cara
y sus garritas abrasa.
Llega a su hogar muy cansado
y le platica a su gata
que una vez más le han amado
cuando para ella les canta.
Talio
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