Vibrando me he despertado
y no sé si será sangre
que corre hacia el mismo lado
o serán la sed y el hambre
de tu desierto mojado.
Sólo sé que hay un enjambre
de besos, en mí, zumbando.
Entre espasmos y zumbidos
se ha calentado mi carne,
y mis instintos felinos
se disponen a acecharte
y a barnizarte de brillo.
Primero debo buscarte
y acurrucarme contigo.
La sangre aviva el recuerdo
del mar de leche y arena
que camina hacia mi cuerpo
en tardes de primavera.
Con la memoria te siento
y así enciendo más la hoguera
de tus gritos y tus gestos.
Una manada de lobos
aúlla desde este vacío
que se llena poco a poco
de vibraciones de estío,
aúllan llenándolo todo
de aire de fuego bravío,
incendio invisible y loco.
También comienza a sonar
la canción de río y cascada,
que con destino a la mar
te habrá de tener mojada,
mojada como el palmar
por la brisa entusiasmada
por grandes ansias de amar.
Me despierto con tu imagen
y también con tu sonido,
con tus arenas tan suaves,
con tu baile de gemidos.
Me despierto y ya lo saben
mis animales sentidos:
de tu placer tengo hambre.
Glauco
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