Jamás he estado en frente de las penas de guerra
pero siento muy dentro estallar los cañones
que nublan nuestro cielo y tapizan la tierra
de muertos y canciones.
Son abismos hambrientos los que crecen afuera,
duelen como el castigo injusto del infierno,
recuerdan a la herida que lleva la madera
junto al amor eterno.
El árbol también llora mirarse en la escopeta
que mata y no se tienta el alma cuando arroja
el fuego que deshace los versos que el poeta
plasmó sobre una hoja.
El árbol dio la hoja para decir amores.
También por ellos llora cuando ve que lastiman.
Hojas de cuadernillo son pétalos de flores
que a los dolores miman.
Vemos el agua y vemos que son siete los mares
mas son las mismas olas y son las mismas playas.
En la marea se pierden los gozos y pesares,
los aciertos y fallas.
En el mar no hay mentiras y tampoco verdades,
hay ritmo y movimiento mostrando la armonía
de los sueños soñados con tantas realidades;
compases de energía.
Las dunas del desierto se pierden a lo lejos;
una cama de fuego, una almohada de arena,
acurrucan los años de los calores viejos
que fundieron la pena.
Y entre viento y tormenta, rayos de sol sin sombra
y algunas rodadoras, se despoja el desierto
de sentido en la vida y de eso que lo nombra,
siendo un terreno muerto.
Lloran los ruiseñores en los bosques templados
todas las sensaciones de las hojas y ramas,
de los búhos y los zorros, por el tiempo olvidados
y también por las gramas.
Las ciudades pobladas, llenas de caminantes,
se arrojan al bullicio como quien se desprende
de todo en este mundo, lo vano y lo importante;
lo que vale se vende.
Caminos y avenidas llenas de vendedores
ambulantes, muy necios, que seducen al hambre
con nubes de solvente henchidas en olores
que producen calambres.
Casadas y solteras, viudas y abandonadas,
buscando las caricias de un hombre solitario,
salen de su vivienda de flores perfumadas
queriendo amor a diario.
Viejos y jovencitos, casados y solteros,
padecen el rechazo de los nuevos valores,
son sólo viento y sueño disfrazados de negro,
de recuerdos de amores.
Un niño callejero deseando comer pan
nos mira con deseo de que el hambre sea menos.
Cree que nos puede hablar, vernos como su igual,
pero somos más buenos.
Una rata rabiosa con un felino hambriento
pasan la tarde juntos contemplando el paisaje.
Esperan que la noche les devuelva el aliento
y les brinde un ropaje.
Cometas y hoyos negros, lunas, soles y estrellas
se pierden en el cielo, entre la luz y el miedo.
Hacen con nuestra mente, un trato, una querella,
le dan algo de cielo.
Escuelas y oficinas mueren sin un sentido
claro para la vida, negro para la muerte.
La gente se malgasta pues nunca han aprendido
a sortear a la suerte.
Hay algo de divino en todo lo existente.
Será que Dios no sabe que lleva en sí un veneno
negro y desgarrador, y no es sólo la fuente
de todo lo que es bueno.
El amor asesino revive al que lo lleva
fluyendo por las venas desde su corazón.
Lo sienta o no lo sienta, la vida siempre prueba
al que sufre pasión.
Todo está conectado causándonos dolores
Optimistas buscamos que la vida sea buena,
rechazamos la guerra y abrazamos las flores,
disfrazando la pena.
Glauco
No hay comentarios:
Publicar un comentario