En una tarde como muchas tardes
sentí detrás de mí mi sombra.
Pero esta vez era cambiante,
era como si en realidad fuera otra.
Seguí con mis caricias a la boca
del Bartleby de Herman Melville.
Sentí mi sombra vuelta loca,
sentí mi soledad volverse débil.
¿Será mejor ya no pelear por nadie?
Me pregunté mientras callaba
eso que viene de la calle:
casi siempre palabras y miradas.
Sentí de nuevo que algo más me hablaba.
No sé si era de fuera o dentro,
pero sí sé que me miraba
como si me viniera desde adentro.
La mirada de aquel monstruo violento
se apoderó de la mía sin más
reparo, forzando el encuentro
de mi ser tranquilo con un ser voraz.
—¿Quién eres? ¿Cómo ganas? ¿Dónde estás?
Me preguntó, mordaz, la fiera.
— Sé que le temes a la verdad,
le temes a que ella no te quiera.
Esos dichos hicieron de la espera
un alimento para el monstruo.
¡No sé cómo demonios se alimenta!
¡Ni siquiera se siente como otro!
—¿El buen Bartleby también estaba solo?
Me pregunté por un momento
tranquilo en que lo sentí todo,
en que pude tomar un nuevo aliento.
De pronto un fuego entró en mí como el viento,
quemando mi ternura y mi ser.
Mi sombra tuvo un crecimiento.
Miróme desde arriba con gran poder.
Dijome que se llevaría mi doler.
Ofrecióme un trato de dolor:
arrancaríame de la mujer
a la que creía entregar todo mi amor
si yo reconocía que es un error
negar que estar solo es soledad.
La soledad es en sí un valor,
nos hace odiar y no necesitar.
Bartleby "El escribiente" empezó a hablar
como si fuera una persona:
— Sabes que te debes alejar
de todo lo que en vida te abandona.
Mi soledad, como niña gritona,
decíame que quería ser libre.
Pensé: "La soledad razona",
y acepté el trato con decisión firme.
Mi sombra se dispuso a destruirme,
y ya no era mía, era otra cosa:
una bestia que no se extingue,
bestia que al estar solo me devora.
No sé cuándo me llegará la hora,
pues come según su capricho.
Me prepara para que coma,
dándome desesperación y abismo.
Seguro es que ya no soy el mismo,
mi sombra ya no siento cerca,
ya ni hablo nunca con mi libro,
mi soledad está siempre despierta
y yo ya no soy soy, soy esta bestia.
Estoy solo, no hablo con nadie.
Mi propia existencia me detesta.
El problema es que nadie más lo sabe.
En una tarde como muchas tardes,
estoy sentado y no lo estoy.
Estoy sintiendo mucha hambre;
comeré a quienes me den su amor.
Glauco
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