¡Ay de mí,
de mi estirpe!
¡Ay de mi
sangre maldita!
¡Ay de mi
impiedad nacida
de las rocas de los templos!
Rocas que
han recibido
el néctar de
crueles tormentos.
Los crímenes
de mi sangre
superan todo recuento.
Gotas de
padres, de hijos,
de madres,
de hermanos, gotas,
también gotas de
extranjeros,
de la propia patria, gotas.
Gotas de
madre me pesan.
Frías, las
erinias me acosan.
Entre gotas
de madre, parido;
gotas de madre, mi sino.
Condenado
antes de ver la luz,
las
tinieblas del vientre me asechan.
Clamé, ofuscado de juventud
por justicia a la muerte paterna.
No puede
equilibrar mi mano
el peso del materno fallo,
y el linaje
de antiguos delitos
habrá de morir conmigo.
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L.Pulpdam
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