No sé por qué aún te recuerdo
como si fuéramos lo que fuimos.
Hace tanto que nos vimos
y mis labios aún los muerdo
como si te hubiera visto
apenas hace un momento.
Todos los días te vas un poco
y vuelves otro poquito;
todo lo que me pongo
también me lo quito;
al verte aquí todavía me asombro,
todavía desespero y grito.
Aprendí a gritar hiriendo
a quienes no ven el ruido.
Este monstruo me ha venido consumiendo
porque no supe volver a ser lo sido,
y no sólo me consume
hace que todos vean lo consumido.
A veces voy andando y apareces
como la visión de un santo,
cómo veneno de abeja me adormeces
y yo que te quiero tanto
sueño que mis labios beses
para dejar los tuyos destrozados.
Recuerdo que te quería.
Repito que no te quiero.
Me alimento de alegría
mientras de hambre me muero.
Glauco
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