La vida acaba
y sigue siendo vida.
Está ahí, intacta
y en ella
la belleza se refracta.
Está allí
dejando sanar la herida.
La vida se termina
para quien no la vive.
Kipling todavía escribe
cómo se debe vivir,
y la vida germina
una vez más,
otra oportunidad para buscar la paz,
para sentir,
para reír,
para enloquecer como Quijano
y tomarnos de la mano
y, en realidad, no morir.
Está quieta la vida.
Está en un lugar algo cercano,
algo escondido.
Está entre la memoria y el olvido,
está entre lo salvaje,
muy cerca de lo humano,
y todo lo vivido.
La vida en las novelas de Tolstoi,
en los amores de Mann
y en las fotos de Man Ray.
La vida es esto que soy,
es lo que alguien más será,
es lo que Jesucristo fue.
La vida para Newton,
para Al Farabi y Avicena,
para Einstein y los demás,
es vida de todos y uno,
es verdad y es buena.
La vida es siempre algo más.
Por eso
vivir vale la pena.
Por eso
vivir es lo que hay.
Por eso
vivir es vivir y ya.
Glauco
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