Pobres de los hombres, fingen que no lloran
cuando, día con día, despilfarran horas.
Ellos no conocen las aterradoras
inmortalidades, mas se conmocionan
por su propia muerte y aun así no lloran.
Pobres de los viejos, miran de reojo
a quienes aún viven, completo, el sonrojo.
Su vida y memorias son sólo un despojo
de lo que antes fueron. Ellos son rastrojo
del mundo moderno visto de reojo.
Pobres de los niños, lloran cuando nacen,
lloran al perderse y para encontrarse.
Sus vidas apenas comienzan el viaje
de las muchas penas. Hasta desgarrarse
en este planeta sabrán por qué nacen.
Glauco
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