Ella sentada en la banca
del parque de multitud
espera con inquietud
a que una sonrisa blanca
(la que suspiros le arranca)
le arranque un nuevo suspiro.
Su vista entre giro y giro
requiere impacientemente
que en medio de tanta gente
sonría, elegante, Ramiro.
Él camina por la senda
de la alameda central
engullendo su tamal
y su leche de la tienda
sin que nada le sorprenda.
Antes de dar con Estela
saca el tamal de su muela,
da una limpiada a su rostro
del cincelado calostro
y la mira, la deshiela.
Entre dos enamorados
poca cosa hay de equidad.
Hay quien ama de verdad
y lo hace por todos lados,
hay quien ama desbocado
pero no sabe expresar
eso que lo hace temblar.
Uno de los dos resiente
lo que es amor en su mente
y sufrirá por amar.
Saber quién de los dos sufre:
algo que nadie descubre.
Glauco
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