Vivimos inmaculados
en las memorias que vagan
mudas en el cementerio.
Creo que somos recordados
entre los muertos que yagan
la memoria y su misterio.
En la memoria del muerto
no cambia aquello que fuimos
en otro tiempo, en su muerte.
El camposanto es el huerto
donde por siempre vivimos
en una memoria inerte.
El soltero es para siempre
soltero, y el vivo es vivo,
y ya no hay resurrección;
nada germina en el vientre
del cambio, del tiempo esquivo,
nada bombea el corazón.
Aquellos muertos que lloro
me hicieron, eternamente,
miserable y sin sentido,
por eso a la vida imploro
que me arranque de la muerte
y me haga recuerdo vivo.
Ya no soy lo que antes fui,
no soy lo que el muerto sabe
ni soy estéril recuerdo.
Después del muerto viví
mi vida, me volví ave,
sufrí el efecto del tiempo.
Ahora los muertos recuerdan
lo que ya no puedo ser
y yo los recuerdo a ellos.
¡Qué los muertos no se pierdan
y que me permitan ver
que hay y hubo momentos bellos!
Glauco
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