Tu mano a veces me toma
y me lleva a la tersura
del contacto, de la poma,
me lleva a la travesura
de la pasión que se asoma
a la especie que perdura.
Tu mano a veces me deja
en la ascética quietud
de una cabañita vieja,
morada de la virtud,
de la paciencia perpleja,
que espera que llegues tú.
Soy un hombre bendecido
con la pasión de lo humano:
ingrato y agradecido,
humilde y también ufano
de que, despierto o dormido,
tu mano toma mi mano.
Glauco
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