Sin barba, sin cigarro y sin sombrero,
descubro las virtudes del poeta:
transforma acentos, vuélvese exegéta,
revive al árbol que antes fue ropero,
arrulla al jeque y cava el agujero
por donde viajará la niña inquieta,
termina la canción que está incompleta,
le resta honor al cuerdo caballero.
Aspiro a ser un haz pero en lo oscuro,
allá donde la luz es más que rayos
y no hay amanecer para los gallos.
Respiro entre la muerte y el futuro,
allí donde el pasado de los genios
se hizo presente todos los milenios.
Glauco
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