El árbol no se aburre
de estar ahí
quieto.
Con sus ramas y sus hojas
entre los cortes del viento
vive
el árbol,
no comercia con sus ramas
ni las extraña
si acaso la tempestad
las arranca,
no acosa al ave que canta
y un día deja de cantar.
Él vive y no hay un porqué
deba haber aburrimiento.
El árbol, barniz de tierra,
seductor del carpintero,
caricia del germinar,
vive ahí donde crece,
no sabe si morirá,
no sabe y no quiere saber
por qué vive.
El árbol no se aburre.
Glauco
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