¿Acaso, hermano mío, te darás cuenta
de todo lo que aquí te necesito?
Te llamo en el silencio, allí te grito,
que vengas con tu sonrisa contenta.
¡Qué vengas y me des la bienvenida
igual que me la diste cuando niños!
¡Qué vengas enjugado en tus cariños
y goces con cariño nuestra vida!
La vida tuya, así, es la vida nuestra:
es concepción, es parto, es hermandad,
es una llama pura de piedad
donde sangre y amor se nos demuestran.
Quisiera que al hablarte me escucharas
y como cuando niños me abrazaras.
Glauco
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