Allá donde el judío miró la eterna
llama legisladora y trascendente
está también la fe del inconsciente
que dicta (al trascender) la ley interna.
Lo que parece ley se hace pecado
y lo pecaminoso se hace ley.
¿Dime, Dios mío, si tú pusiste al rey
al frente o si ya lo has abandonado?
El rey, el sacerdote y el profeta
ocultan tras de sí la tenue llama
que al flujo del misterio los reclama.
Aquel judío debió hacerse poeta
para encender la llama trascendente
no por la ley sino por lo caliente.
Glauco
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