Allá en el infinito donde pasan
las tímidas acciones del misterio
hay un oscuro y breve cementerio
donde la luz y tiempo hacen su casa.
Se han muerto mil estrellas y mil más,
y mil a la milésima potencia.
Su luz, su tintinear, su corta esencia,
es prueba de que no mueren en paz.
No mueren en la vista las estrellas
ni mueren en la esencia ni en el rito
de la palabra, del acto bendito
que sabe que el creador deja sus huellas
aunque no sean la seña ni las pruebas
de que sigue creando estrellas nuevas.
Glauco
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