Por si acaso te sientes solitario
por la lúcida ausencia del vecino,
ruega a Dios que permita en tu camino
un momento que sirva de emisario
para el libro (la prosa de lo eterno),
la noche, la quietud y el pensamiento,
lee en el metro del verso el firmamento
y no llores la ausencia como infierno.
¡Gloria a Dios, promotor de soledades!,
porque dió al solitario el pensamiento
que es eterno aunque surja del momento.
¡Gloria a Dios, creádor de las amistades!,
porque dió al amigable la lectura.
La amistad en los libros se madura.
Glauco
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