¡Ay, el cielo pinta negro
a punto de amanecer!
¡El sol empieza a crecer
y con él me desintegro!
¡Ay, despiertas y me alegro
de que naciste ese día!,
y aunque yo no lo sabía
existías en este mundo.
¡Has vuelto un campo fecundo
el cofre de mi alegría!
No quiero flores ni azahares
ni ventanas ni cuchillos,
ni canarios amarillos
ni veladoras ni mares,
ni mercados ni solares.
No hay un mundo que me asombre
sin las letras de tu nombre,
sin el placer del pecado.
Cada vez que has despertado
me has hecho ser mejor hombre.
Glauco
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