las horas más calientes de los días?
¿Quién apaciguará, cual abadías,
las sombras antes de que me exterminen?
¿Quién besará mi frente a la distancia
cuando cariño y dios sean confundidos?
¿Quién cruzará mis hábitos mullidos
arrancándome el credo en la sustancia?
¿Quién, si no el Dios, tendrá piedad de mí
al brindar en mi copa con el vino
de la vida por mí y mi ser cancino?
Tal vez toda respuesta está en mi aquí,
aquí en lo eterno donde puedo verte,
donde me vuelvo uno con la muerte.
Glauco
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