no deja de gritar que todo mata.
La dignidad en realidad es poca
cuando el amor en odio se desata.
Y sufre el niño por sentirse solo
en esta realidad débil e ingrata.
El dolo, luego el dolo, siempre el dolo…
Siempre la vanidad desentendida,
la maldición de sostener a Apolo.
Llevar el sol a cuestas no es la vida,
no es vida pretender que todo es bueno,
porque la pretensión está podrida.
Y brota en el acento ese veneno
ignoto, desdichado y mal nacido
que riega el odio por la estrella en pleno.
No siento que el amor me haya venido
para asentar mi sentimiento en roca,
sino para dejarme escarnecido.
Glauco
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