Presentación

Presentación

jueves, 7 de mayo de 2020

Adivinanza

¿Quién sufre cuando los demás no sufren? 
¿Quién llora cuando los demás no lloran? 
¿Quien sabe que los cielos no lo cubren
y aún busca las estrellas, las añora? 
¿Quien sabe que los cielos no son nubes
e incluso así la lluvia les implora? 
Puede que sea una niña religiosa
o un niño que la religión destroza. 

¿Quién mira con amor a quien lo engaña? 
¿Quién mira con rencor a las abejas? 
¿Quién hace caso omiso de quién daña
la libertad poniéndola tras rejas? 
¿Quién, sin ningún sentido, va y se baña
lavándose hasta atrás de sus orejas? 
Puede que sea un chiquillo, una chiquilla,
pero a ellos todo el mundo maravilla. 

¿Quién se dice persona y no se nombra?
¿Quién muere para que otros no se mueran?
¿Quién cubre de mil luces una sombra
haciendo de la sombra una lumbrera? 
¿Quién hace de cualquier suspiro su obra
como si del suspiro el canto hiciera? 
Puede que sea el creador de lo divino,
pero él no sabe lo que es desatino. 

¿Quién dice que este escrito es un poema? 
¿Quién dice que este escrito es un intento? 
¿Quién dice que quien sepa de la pena
debe saber lo que es estar contento? 
¿Quién dice que la mar está serena
después del fuerte soplo de los vientos? 
Puede que sea quien vive en esperanza
o quien no ve en mi verso adivinanza. 

Glauco

miércoles, 6 de mayo de 2020

Eclesiastés

Cuando viniste te habrías de ir
y en tu presencia y en tu partida
se hizo confuso poder vivir
porque no entiendo lo que es la vida. 

Viniste a verme, también te vi,
pero la vista no es natural,
lo que hoy pudiese notarse aquí
sería imposible notarlo allá. 

Abrí los libros, abrí las hojas
de los misterios y las verdades
con que me abrazas y me despojas
de las inquietas seguridades. 

Un día fue luna y otro fue estrella
la luz nacida de mi mirada,
al meridiano nada centella,
estrella y luna van apagadas. 

Con tantas luces me hiciste daño,
me revelaste el mundo secreto,
mundo inquietante, lugar extraño,
que se revela sitio completo. 

Un mundo lleno de bien y mal,
de soledades y compañía,
de lo que sea, siempre da igual,
son vanidades nuestra alegría. 

Historias nuevas que del pasado
surgen cual rosas y cual claveles,
son el perfume de lo olvidado,
aroma antiguo a clepsidra y mieles. 

Si los amantes vieron tu cara
se dieron cuenta que sus amores
no son los fines que les depara
su historia llena de mil sabores. 

Me has contagiado de vanidades
que se resumen en vanidad,
todo sucumbe ante las edades
y las edades no son verdad. 

Que caiga el cielo y suba la tierra
hasta tus ojos que todo miran,
en paz inmensa o intensa guerra
pasa lo mismo: la tierra gira. 

Gira a la izquierda o a la derecha,
y el giro siempre vuelve a girar. 
No hay nada en esta creación malhecha
que haga posible poder dudar. 

Con vanidades el mal trajiste
a mis anteojos y a mi cuaderno,
con tus misterios ¡qué mal me hiciste!
¡Estoy enfermo de un mal eterno! 

Andan sin rumbo mis pobres pies
y sin sentido labran mis manos
sobre el dictar del Eclesiastés
que no ha dictado andares humanos. 

Me duele tanto haber leído
el libro antiguo del testamento
que el estar vivo lo ha convertido
en sinsentido, y en él tormento. 

¿Tiene sentido el tormento mismo? 
No creo que tenga sentido alguno,
pues con la muerte de Jesucristo
siguió el pecado de todos y uno.

Ese pecado ya no era muerte 
sino era vida. La vida eterna
es para todos la misma suerte
hayan tenido o no alma buena. 

Y en mis pesares y sufrimientos
creo que tampoco hay mucho sentido.
Viniste a mí con todos tus cuentos
para contarme por qué estoy vivo. 

Y sigo triste y sigo enfermo
por no saber a lo que viniste,
con tu llegada te hiciste eterno
y de mis ojos nunca te fuiste. 

Glauco

martes, 5 de mayo de 2020

La falda y las pestañas

Tímida es tu falda que no baila
cuando tímida caminas
por las calles y la plaza
sabiendo que te miro y me miras.

El viento hace los labios de tu falda
y hace de mi mirada mil palabras
escritas con tinta de mis pestañas;
tu falda y mis pestañas hablan.

Tu falda dice que vaya y no vaya
hacia donde tú te encuentras,
mis ojos le dicen, mientras,
–¿Dónde estás abotonada?

Tímidamente tu prenda,
cayendo por tu cadera,
evita que el viento encienda
de mis ojos esas rejas. 

Mis cerdillas atrevidas
al abrir y cerrar gritan
al aire que tu falda agita
lo mucho que necesitan

mirar debajo y de frente
eso que tímidamente
no dejas que mi estro encuentre:
el arte de poseerte. 

Timida es tu falda que no baila
porque no sabe bailar,
y tímidamente pasa
provocando a mis pestañas a enseñar. 

Glauco

lunes, 4 de mayo de 2020

Los hijos

Seguimos teniendo hijos
y en nuestros hijos seguimos
en el mundo otro ratito.
En nuestros hijos vivimos. 

Y que nadie se autoengañe,
que no diga que ya es tarde
para poder ser buen padre. 
La llama del mundo aún arde.

El mundo está más oscuro
que el color de lo nocturno
y en lo nocturno del mundo
nace el niño del futuro. 

No importa que muera de hambre.
Tal vez aprenda a desear
algo que ahora no es deseable:
la pena antinatural. 

Y que la guerra le estalle
en los ojos y en la boca
para que ande por la calle
sin visión y sin congoja. 

Seguimos sintiendo amor
incauto e irresponsable,
y con ese amor en flor
que se marchite el estanque

de la vida venidera
y de la vida presente.
Esa es la ciega condena:
todo futuro trae muerte. 

No tememos a la muerte,
la combatimos con hijos
que padecerán por siempre
lo mucho que nos quisimos. 

No sabrán que es nuestra culpa
su sufrir y su desdicha;
nos amarán con locura
y gratitud de por vida.

¿De qué sirve lamentarse
por el dolor de los hijos
si siendo unos simples niños
no tendrán que desgraciarse? 

Al crecer recordarán
esa inocente niñez
y risibles pensarán
que la vida es lo que es. 

Y sí, la vida es así,
es un eterno sufrir.
Así vivimos aquí 
y así habremos de vivir. 

Por eso mientras podamos
sigamos teniendo hijos,
no importa si nos matamos,
ellos se quedarán vivos. 

Glauco