Presentación

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miércoles, 18 de noviembre de 2015

Almas chuecas

He pensado muchas veces que los buenos escritores son como ortopedistas del alma, pues cuando uno tiene la fortuna de encontrarse con un buen escritor, se da cuenta de que muchos de sus pensamientos y convicciones están errados, chuecos, por decirlo de alguna manera, y no porque uno le crea todo a aquél al que lee, sino porque si se tiene un poco de sensatez, salta a la vista la deformidad de nuestra alma al reconocer que algo es mejor y más deseable que lo que antes pensábamos, de manera que entonces podemos corregirlo.
       Cabe señalar que no todos los escritores tienen la capacidad de corregir nuestra alma, pues no todos los que escriben son buenos escritores. De modo que hay veces que en lugar de corregirnos nos enchuecan más sin que nosotros lo notemos, y vamos por la vida creyendo que poseemos la verdad y que los otros son una partida de papanatas. Sin embargo, la corrección o deformidad del alma no es cosa nada más de las facultades del escritor, sino de las capacidades y limitaciones del lector; pues bien puede ser el caso que el mal escritor propicie la corrección del alma de su lector, o que el escritor virtuoso no logre ningún cambio en el alma de quien lo lee, ya sea por que quien lee malinterpreta las palabras del que escribe o porque descubre el defecto en el pensamiento del expositor. Casi siempre sucede lo primero.
       Pienso que la virtud de poder escribir cosas sensatas de manera bella es solamente para algunos, no todos podemos acercarnos a ese selecto grupo de hombres ante quienes quedamos atónitos al reconocer su superioridad y de quienes nos volvemos devotos creyentes, pues en verdad nos hacen ser mejores. Los demás, la mayoría, y casi siempre los que más se tienen en alta estima a sí mismos, resultan ser los que no tienen la finura para percibir que son malos escritores y se toman la libertad de perturbar el alma de sus lectores, de ellos es de quienes debemos cuidarnos, pues nos atrapan con sus florituras y pretenden corregirnos el alma sin saber siquiera si la suya está chueca.
       Por ello estimado lector, espero que seas de los que encuentran el defecto en el discurso y no de los que lo malinterpretan.

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