Presentación

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lunes, 7 de diciembre de 2015

Gracias por la experiencia



Hace dos meses estaba contento y a la expectativa de encontrar lo que me haría feliz. Hoy estoy contento y a la expectativa de encontrar lo que me hará feliz, sólo que mi situación es radicalmente distinta a la primera. De hace dos meses recuerdo haber dicho una severidad –creo que lo es– que no quedó para nada explicada, que sólo se posó sobre mis ojos, así como en los suyos, sin más. Hoy que he traído esa aseveración al presente, me esmero en darle razón, pues mi situación así me lo demanda. Dije que la experiencia humana no veía una separación entre la realidad y la imaginación. Quizá es que estoy anonadado o que busco seguir andando, y por eso escribo sobre eso. Sin embargo, darle razón a tan sentenciosa insipiencia es algo de lo que no me siento capaz, por ello sólo un ejemplo de la experiencia humana ofreceré para tratar de demostrar que lo que digo, aunque confuso, parece cercano ser así.
            El enamorarse de una mujer (o de un hombre, según sea el caso) trae consigo esta confusión, pues nunca nos queda completamente claro de qué o quién nos hemos enamorado. Lo digo así porque podría ser que seamos de esos aventureros que no esperan nada más que la novedad, resumiendo así la experiencia del enamoramiento en la trilladísima frase “a ver qué pasa”; o podríamos ser de esos visionarios que, desde chiquillos, han imaginado cómo ha de ser el amor de sus vidas, resumiendo así su experiencia del enamoramiento a una eternidad, pues viviríamos enamorados de un ideal. El primer caso se enamora de una persona, llega para enamorarse, el segundo llega enamorado; mientras uno busca ver si se enamora, el otro busca lo que lo ha enamorado de hace tiempo; ninguno de los dos está cierto de nada. Al encontrar lo que les falta la cosa se pone difícil, pues el aventurero no sabe si siempre estuvo esperando a esa persona o si simplemente llegó; se ha entusiasmado tanto que ya no tiene ganas de andar más caminos, ya no dice a ver qué pasa; el visionario, por su parte, no sabe si se ha topado con ese ideal tan anhelado o si le ha tocado un “a ver qué pasa”, pero ha dejado de buscar solo. Ambos se han enamorado y no saben si es producto de la realidad o de la imaginación, sólo saben que la vida se ha puesto mejor (con todas las tristezas y complicaciones que eso trae consigo).
            Cuando nos enamoramos, pues, no sabemos distinguir entre la realidad y la imaginación, la otra parte está, a kilómetros de distancia, tan cerca al parpadear, como al tenerla bien sujeta de la mano; creemos en el amor eterno sin saber si es una imagen o una realidad; vivimos dándolo todo sin pensar en el final; pasamos de mirar superficies para mirar profundidades; nos acariciamos sobre un lecho sin saber si es lo visible o lo invisible donde estamos unidos; y a pesar de todo esto, nada es tan real como la bella imagen de dos personas que han dejado de buscar solos para buscar juntos. No sé si se vea que, experiencias como ésta, tenemos más –quizá más indeseables, quizá más gloriosas– y que ninguna nos permite saber con claridad si soñamos o vigilamos, lo que si nos permiten saber es que estamos vivos y que algo buscamos. ¡Gracias a Dios por eso!

Talio


De manera adicional, quiero pedir al dueño de los ojos que leen esto, me disculpe si en las líneas anteriores no ha encontrado nada que dé razón de mi aseveración: necesitaba decirlo y no hallé un modo mejor. ¡Gracias por leerme… y espero comprenda!


Marcos


Maltratando a la musa

                    Gracias

Nunca estuve seguro de mis sueños
ni de lo que llaman cruda realidad,
mas llegaste a darme la seguridad
de que siempre habrá momentos bellos.

Como por arte de magia te fuiste
haciéndome desear estar soñando,
dejándome saber que ahora es cuando
el alma se complace en estar triste.

Siempre que me mire te miraré a ti
pues somos uno que también es dos,
y es por eso que cuando le rezo a Dios

le digo que gracias a él te conocí.
Quitando de mi voz las acrobacias
Sólo me queda darte a ti las gracias.

Ambos

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