Extraños, últimamente yo también me he parecido extraña. Hace unos días, visité el bachillerato al que fui tres años de mi vida, CCH Naucalpan, y la verdad lo digo con mucho orgullo. Orgullo no porque pertenezca a la "máxima casa de estudios", sino porque en esa escuela viví muchas cosas que me han formado y me han hecho pensar lo que ahora pienso (si, aunque sean puras tonterías y cosas sin sentido). En ese lugar conocí a gente con la que quisiera quedarme toda la vida, también personas con las que tuve malas experiencias que me hicieron aprender y otras con las que ya no tengo contacto pero que igual los abrazo donde quiera que estén. Recuerdo que entre clases me reunía con esa gente en el edificio T, a veces estaba en la explanada con otros de ellos, y también bajaba a PEC a saludar a otros amiguitos. En mi último año en CCH, para ser sincera, me sentía más cómoda en un lugar específico, en ese edificio que olía feo porque estaba cerca de los baños de niños, ese que tenia cactucitos que servían para molestar a los demás, en donde tirábamos las mochilas y nos sentábamos a platicar y a burlarnos de quienes pasaban, donde nos refugiábamos muchas veces de la vida fuera de la escuela, el edificio T.
Pero ¿qué pasa ahora? Es cierto que en mi actual escuela no existe un edificio T, y aunque existiera no sería el mismo. Han pasado los años, "el T" no es el mismo y ni siquiera quienes nos juntábamos ahí lo seguimos siendo, hemos cambiado. Una mañana de esta semana, mientras me dirigía a la escuela en un camión lleno de cansancio, aburrimiento, odio y repugnancia, pensé que ya no sé a qué lugar pertenezco, me sentía perdida. ¿Pertenezco a mi nueva escuela, al salón del que ya no salgo más que cuando se terminan las clases, a la casa a la que regresé después de muchos años?
He de confesarles, que cuando empecé a escribir me sentía perdida aún. Mientras elegía la música que no iba a escuchar realmente y que sólo usaría como fondo para no escuchar pequeños ruidos distractores y mientras respondía los mensajes de aquel que me saca miles de sonrisas terminé respondiéndome. Me encontré en cierto sentido. Me di cuenta que pertenezco a todos los lugares y a ninguno a la vez. Me encuentro en aquellos lugares de los que he aprendido, en los que he reído y en los que he llorado, en los que he jugado, leído, cantado, bailado, olido. Soy más que nunca de un lugar cuando me encuentro con alguien con el que disfruto estar, ya sea en el metro, a lado del árbol más frondoso del parque, en los camiones y en las calles caminadas en las tardes. Hoy, por ejemplo, pertenecí a esa parte del metro que se volvió un laberinto para encontrar a quienes me acompañarían a caminar, también a esa pequeña mesa arrinconada en la que la música no se escuchaba mucho pero eso permitía platicar y carcajearnos, a la calle que nos despertó recuerdos y antojos y tal vez a muchísimos lugares más. Pero esto no me determina (cosa que me emociona mucho) ya que sigo aprendiendo, sigo viviendo y cada vez voy teniendo más experiencias, buenas y malas, que me complementan, me terminan de formar.
Sé que en un escrito anterior escribí algo parecido pero, para mí, recordarlo se me hace fundamental e importantísimo. Me sujeta al suelo que a veces se me pierde por flotar en la nada, me alivia y me ayuda a no sentirme perdida. Y sé que ustedes pensarán que los he hecho perder el tiempo, los he interesando con mis recuerdos que terminaron en una confesión de mis sentimientos pero, ¿qué les puedo decir? Tal vez se desahoguen conmigo. Pero en fin, no me hagan mucho caso, que sólo divago.
La chica entre dos planos
No hay comentarios:
Publicar un comentario