En el marco de la marcha del día internacional del trabajo, se escuchan las voces que reclaman poder al trabajador y denuncian la miseria del proletariado. Ante estas voces, me remito a la reflexión que a más de uno en los círculos de izquierda incomoda; el viejo discurso tradicional siempre reza sobre los mismos puntos antes dichos, el problema está ante los problemas de preguntarse si las fuerzas armadas en generala son trabajadores. trabajador es todo aquel que recibe una contraprestación en dinero por sus servicios, en ese sentido en teoría deberían serlo, con la diferencia de que el patrón en el caso de la policía en sus diversas jerarquías y las diversas fuerzas armadas es el Estado y con la seguridad privada un particular o persona colectiva.
Esta anotación es importante, pues pone sobre la mesa un viejo debate, ¿los servidores del Estado son trabajadores? Es interesante ver que ante esto, la izquierda casi siempre responde que no, pareciera que para ser trabajador se necesita ser pobre y explotado, cuando los trabajos como policía o soldado son también en sus esferas más bajas de los menos pagados, cuando en las corporaciones también hay venta de plazas y que al estar sometidos a mandos superiores, son utilizados como albañiles, plomeros y un sin fin de trabajos extras, no remunerados y que en todo caso no son parte de su trabajo; en el caso de las mujeres, viven las mismas condiciones de machismo, donde su cuerpo es mercancía y moneda de cambio, las relaciones sexuales son garantes de estabilidad laboral y donde se les paga y se les da un trato distinto a sus compañeros varones.
Una posible salida a este problema que destacan los más entendidos sobre la materia, es en la definición del proletario, el cual no es dueño de los medios de producción, solo de su fuerza de trabajo; en éste sentido, las fuerzas de seguridad a veces pagan por sus armas, permisos y equipo; pero lo que está de fondo es la producción, ninguna fuerza de seguridad ya sea pública o privada, genera riqueza, ésto es, su actividad por sí misma no crea un valor.
En conclusión, se podría decir que no todo trabajador es un proletario y que todos los proletarios son trabajadores. El gran problema es que si se cree en esta división tan tajantemente, no da cabida a una unidad entre las filas de estos sectores, unidad que es posible y en los más altos momentos de la lucha de clases y conflictos bélicos, desde la revolución rusa hasta las guerras mundiales, la gran cuestión es que aquellos sectores de la burocracia de estado ya eligieron su lado de la barricada, y la izquierda en general no tiene un plan de integración y en general tienen un gran desprecio por éstos sectores.
Si son las bases de los sectores de servidores públicos los que viven la misma condición de miseria y que son empujados en cierto modo a esos espacios por el mismo estado de cosas, ¿no sería una tarea que pensar en la izquierda cómo darle solución a estos problemas? Es por eso que más allá de un discurso sectario de confrontación, uno de los retos de aquellos que piensan en cambiar el mundo es respecto a estos sectores emanados de la clase, los cuales son opresores y oprimidos a la vez, pensar enuna agenda que solucione los problemas estructurales que permite esta dinámica.
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