Presentación

Presentación

domingo, 15 de mayo de 2016

Notas sobre el Teeteto III parte: el juego socrático



Antes de empezar con esta divertida tercera parte de mis notas, tal vez sea bueno decir que, aunque no lo había planeado así, mis notas se ven encaminadas a continuar una reflexión unitariamente. Resulta evidente, hasta los más despistados lo notamos, que la unidad de mis apuntes se debe al talento de Platón, el cual nos obliga a ver la relación de todos los temas que se tratan en cada diálogo suyo; un problema más complejo es ver la unidad total de los diálogos platónicos, incluidos los que prescinden de la mítica figura del Maestro. Encuentro la relación en que lo que conocemos lo conocemos de algún modo, siempre tenemos una finalidad al conocer y podemos compartir de diversos modos nuestros conocimientos. En la semana leí la pieza que me faltaba para encontrarle la unidad a mis dos entradas anteriores, cuyo tema central era: el amor compartido hacia la verdad. Si Sócrates no hubiera amado el saber y se hubiera percatado que era bueno compartirlo, hubiera sido un gran sofista, pero Sócrates no buscaba ser reconocido como el individuo que se pregunta por excentricidades, sino que desea buscar con alguien más qué son las cosas; principalmente buscaba saber qué es el hombre y lo bueno para el hombre. Visto así, el solitario buscando el saber es un pobre individuo, que ni siquiera puede comprobar si lo que cree saber es aparente o verdadero. 

Lo importante con las definiciones no es anotarlas, sino examinarlas. El examen que Sócrates hace de la primera definición de saber dada por Teeteto es seriamente lúdico. Dicha afirmación es "el saber es percepción". Primero el Maestro ateniense juega a que la percepción es válida, utilizando, para afirmar de algún modo la validez, la autoridad de un hombre famoso por ser sabio. ¿Por qué no empezar preguntando si la percepción es algo estable, como el impacto producido por ver un árbol (sin saber que es un árbol), o es algo que se va desarrollando (como el ir viendo las diversas características del árbol)? Quizá lo hizo para probar si el joven adopta la tremenda autoridad del afamado sabio con su sorprendente afirmación: “el hombre es la medida de todas las cosas, tanto del ser de las que son, como del no ser de las que no son”. Sócrates juega a que la máxima es válida dando ejemplos de percepciones notoriamente cambiantes, como el percibir calor o frío. Pero el juego se torna más serio, y más divertido, cuando Sócrates defiende con muchos más ejemplos que las cosas siempre se encuentran en constante devenir, es decir, que siempre se encuentran en cambio y movimiento. ¿Esto es realmente posible?, ¿podemos percibir aquello que nunca se nos muestra con fijeza sino en constante cambio?, notamos el cambio sin haber visto algo fijo con anterioridad? Las preguntas se transforman en un sinsentido si vemos que esto posibilita afirmar el poco valor de la razón y el lenguaje, afirmar que existe la inefabilidad absoluta; y, así, el juego socrático deja de ser divertido. Otro sinsentido es pensar las cosas en una absoluta independencia, sin semejanza alguna, sin ninguna relación. Los argumentos que parecían tan coherentes al apoyar la necesidad del movimiento se tornan absurdos al pensar que el pensamiento es incoherente, es decir, al pensar que pensamos irracionalmente, sin orden, confundiendo no sólo lo que sean las cosas, sino hasta el lugar donde debemos usar la ropa interior. Sócrates, después de jugar al sofista y al cosmógrafo, indagará si nuestra percepción se basa en principios, pues no quiere que Teeteto sea víctima de los más afamados apantalladores que, mediante muchas palabras o con sentencias llamativas, pretenden demostrar el sinsentido absoluto. 

Fulladosa

No hay comentarios:

Publicar un comentario