El matrimonio aniquila al amor. Esto es una
afirmación osada y algunos estarán convencidos de ello. Es importante aclarar
que se quiere decir con tal sentencia. Hace algunos días leí un libro con el
título “El arte de tratar con las mujeres”[1],
y dicha obra se reducía a la anterior afirmación. El matrimonio condiciona al
amor y, por ello éste deja de ser amor para convertirse en un eterno
sufrimiento. El único ser culpable de la exterminación del amor es la mujer. Según
el autor, la naturaleza de las féminas consiste en buscar matrimonio para
asegurar su porvenir, en resumidas palabras, son completamente unas
interesadas.
Todas esas descripciones me causaron muchos
conflictos y, he de confesar que me resultaron ofensivas e indignantes. Pero al
releer me di cuenta de lo ahí expresado no distaba de la realidad. La mayoría
de las supuestas relaciones amorosas, las féminas son las que tienden a una
estabilidad y constancia. Mientras que algunos barones sólo pretenden disfrutar
del momento. En ese sentido, las preocupaciones son de género, es decir, las
mujeres buscan el “amor eterno” y los barones “amar momentáneamente”. Pero
creer en esto sería convencerse de una absurda generalización y, se estaría
ignorando lo más importante, el amor. Y en ese afán de clasificar las
pretensiones de unos y de otros, lo que se estaría logrando es una guerra de
géneros.
¿Cuál es el problema? El problema es cuando
se condiciona al amor, ya que al intervenir intereses, en ese momento se
termina con la magia. Y las condiciones pueden venir tanto de varones como de
mujeres, no es exclusivamente de un género. El matrimonio es otra institución
política más y, debe cumplir con ciertas obligaciones y, por eso es que la
unión de la pareja parece tornarse tediosa, frustrante y causar muchos
tormentos. Y precisamente por esta peculiar característica es por la que muchos
salimos huyendo temerosamente. El amor no es ni obligación ni condición alguna
de felicidad. El amor es algo que se siente en el corazón, no en la cartera o
en un reglamento. El engaño más peligroso es creer que la base del matrimonio
es el amor. La unión de dos amantes no debe consumarse con el matrimonio, ya
que el hecho de entregarse al amor, eso es más que suficiente, claro está, si
lo que se pretende es no aniquilar al amor.
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