Presentación

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jueves, 2 de junio de 2016

Unión de dos corazones

El matrimonio aniquila al amor. Esto es una afirmación osada y algunos estarán convencidos de ello. Es importante aclarar que se quiere decir con tal sentencia. Hace algunos días leí un libro con el título “El arte de tratar con las mujeres”[1], y dicha obra se reducía a la anterior afirmación. El matrimonio condiciona al amor y, por ello éste deja de ser amor para convertirse en un eterno sufrimiento. El único ser culpable de la exterminación del amor es la mujer. Según el autor, la naturaleza de las féminas consiste en buscar matrimonio para asegurar su porvenir, en resumidas palabras, son completamente unas interesadas.
Todas esas descripciones me causaron muchos conflictos y, he de confesar que me resultaron ofensivas e indignantes. Pero al releer me di cuenta de lo ahí expresado no distaba de la realidad. La mayoría de las supuestas relaciones amorosas, las féminas son las que tienden a una estabilidad y constancia. Mientras que algunos barones sólo pretenden disfrutar del momento. En ese sentido, las preocupaciones son de género, es decir, las mujeres buscan el “amor eterno” y los barones “amar momentáneamente”. Pero creer en esto sería convencerse de una absurda generalización y, se estaría ignorando lo más importante, el amor. Y en ese afán de clasificar las pretensiones de unos y de otros, lo que se estaría logrando es una guerra de géneros.
¿Cuál es el problema? El problema es cuando se condiciona al amor, ya que al intervenir intereses, en ese momento se termina con la magia. Y las condiciones pueden venir tanto de varones como de mujeres, no es exclusivamente de un género. El matrimonio es otra institución política más y, debe cumplir con ciertas obligaciones y, por eso es que la unión de la pareja parece tornarse tediosa, frustrante y causar muchos tormentos. Y precisamente por esta peculiar característica es por la que muchos salimos huyendo temerosamente. El amor no es ni obligación ni condición alguna de felicidad. El amor es algo que se siente en el corazón, no en la cartera o en un reglamento. El engaño más peligroso es creer que la base del matrimonio es el amor. La unión de dos amantes no debe consumarse con el matrimonio, ya que el hecho de entregarse al amor, eso es más que suficiente, claro está, si lo que se pretende es no aniquilar al amor.



[1] Shopenhauer, Arthur “El arte de tratar con las mujeres” Alianza Editorial

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