Presentación

Presentación

viernes, 3 de junio de 2016

Juramentos y vidas injustas

Juramentos y vidas injustas

Los soldados romanos juraban lealtad al emperador poniendo la palma de la mano derecha en el corazón y llevándola al frente con la palma hacia abajo. Una interpretación un tanto literal de este acto es que ofrecían su vida al servicio del emperador. Otra interpretación sería que sintiendo en el corazón el llamado de la justicia, presentaban su necesidad de poner manos a la obra para ejecutar tal virtud, y que reconocían en el emperador al que mejor podía hacer esto. Visto de este modo, el juramento romano da visos de una característica de la humanidad, es decir, de la necesidad de hacer justicia que se lleva desde las entrañas. Pues nadie me podrá negar que cuando se ve un acto injusto el corazón se le sobresalta de tal manera que el cuerpo demanda actuar, o la voz salir disparada contra el malhechor.
     Jurar es, quizá, el cenit en la búsqueda de la justicia. Pues se reconoce el deseo de ella, aunque todavía no se ha hecho algo por conseguirla. Una vez que se cumple la promesa no se extingue la luz que nos impulsó a actuar así, sino que refulge como muestra infinita de lo que ha de hacerse de ahora en adelante: buscar el mejor modo de actuar, para no ser injustos. Los juramentos nos llevan a reconocer que anhelamos el bien y que haremos lo posible por conseguirlo.
     “Yo juro”, es una palabra que siempre pesa al que no desea la justicia o al que se da cuenta de que todavía no sabe cómo actuar para ser justo. Pero para este último, así como para el que la anhela, es el aliento que le ayuda a caminar aun cuando se sabe vencido. El juramento, visto así, no se antepone a la vida, sino que la dirige. Por esto la mano va al frente, pero llena del deseo que late en el corazón. El ideal va actuar en el mundo.
     Jurar es la firme convicción de que llegará el bien, o al menos lo era, pues desde que las palabras son relativas, los juramentos son endebles. El bien llegará para unos y para otros no. Las promesas no se cumplen, por eso el bien jamás llegará, es más, no creemos en él. Tenemos el razonable temor de abandonarnos a una empresa de la que saldremos vencidos, ya ni la desesperación por volver a salir al mundo sentimos.

Javel

No hay comentarios:

Publicar un comentario