Una evidencia
irrefutable es que vamos aprendiendo a lo largo de nuestras vidas. No lo
podemos negar. Lo que si podemos es pensar cómo aprendemos y si es verdad
aquello que aprendemos. Puedo pensar que el aprendizaje es algo mecánico y con
ello obtendría una posible respuesta del proceso de aprendizaje. Decir que
aprender es recibir impresiones que se establecerán en mi alma como en una
tablilla de cera; algunos tienen más y mejor cera que otros y por eso pueden
aprender más y de modo más rápido. Si me equivoco es porque veo algo, como a
una persona, y la confundo con otra que se parece, pues mi vista y mi
pensamiento me permitieron relacionar a una determinada persona con el recuerdo
que tengo de ella. La verdad estaría determinada por una coincidencia entre lo
que recuerde, lo que vea y lo que piense de lo que vea. Una equivocación en
estas relaciones provocaría la falsedad. Pero aceptar esto me impediría aceptar
que mediante mi memoria pueda reflexionar en cosas ya percibidas y determinar
si eran falsas o verdaderas; tampoco podría explicar por qué hay personas que
les gusta aprender más que otras y porqué su alma se inclina a aprender
determinadas cosas (como se puede apreciar si se compara a Sócrates con el
matemático Teeteto o Teodoro); mucho más grave, no podría explicar por qué me
equivoco al explicar algo.
Sócrates en el Teeteto nos pone una explicación mucho
más bella de por qué ya no le convence que el error nazca de la equivocación de
la triada del conocimiento (la impresión en la tablilla de cera), la percepción
y, lo que unifica la percepción con el conocimiento, el pensamiento. Nos dice
que aceptando lo anterior no podría explicar por qué hay personas que se equivocan
al sumar dos números. Lo que le lleva a decir que Teeteto y él no han llegado a
conocer qué sea el conocimiento, es decir, cómo funciona el modo de conocer.
Quizá Sócrates nos muestre una parte de lo que el hombre puede conocer en su
relación con el mundo, pero todavía no puede explicar el conocimiento meramente
intelectivo. Quizá nos quiera decir: “a ver, ustedes que han estado muy picudos
afirmando y suponiendo cosas sobre el conocimiento, ¿explíquenme cómo se da la
sucesión numérica?” He de confesarte, lector, que me sentí apenadísimo con el
Maestro Sócrates y hasta el momento no puedo dar una respuesta de cómo explicar
la sucesión numérica si no es por mera acumulación, como si estuviera echando
piedras a un costal. Quizá la imagen de que el conocimiento es como la
acumulación de pájaros en una jaula nos responda algo más.
La imagen es muy
interesante y casi perfecta para definir el conocimiento. El conocimiento es
tener pájaros en una jaula. Esto nos habla de que hay diversas cosas que vamos
aprendiendo; que podemos darle de comer a nuestros conocimientos o dejarlos
morir, así como ver cómo van creciendo; que podemos tener conocimientos como
los de la mayoría de las personas o de especies más extrañas; que podemos
querer atrapar esos conocimientos o conformarnos con los que tenemos; que hay
conocimientos que podemos adquirir con facilidad y otros que debemos buscar
mucho para poder poseer; y que podemos buscar esos conocimientos en la jaula de
nuestra memoria, en un espacio determinado pero amplio, con cierta dificultad
para mostrarlos a otras personas, pues no siempre estamos pensando en todo
aquello que hemos conocido a lo largo de nuestras vidas cuando damos una
explicación. En este punto el conocimiento es un proceso, una búsqueda y no una
simple impresión que impacte de golpe; nuestros recuerdos de las cosas que
conocemos pueden estar en constante movimiento o quietas. La equivocación aquí
surge de confundir a un pájaro con otro. Pero la perfección de la imagen la
vuelve a borrar Sócrates diciendo que si el conocimiento es como atrapar aves,
entonces ¿cómo se puede saber lo que ignoramos?, ¿cómo saber qué aves no
tenemos en nuestra jaula y existen en el mundo? Sospecho que también está
peguntando, ¿cómo comenzamos a conocer lo que conocemos? Exagerándole un poco,
creo que también podríamos preguntar: ¿cómo saber qué nos conviene conocer? Sospecho
que la respuesta general a las preguntas anteriores puede estar en la caza de
los elementos del conocimiento. Sospecho que esta indagación debe llevar una
entrada aparte, contrariamente a lo que había anunciado en la entrada anterior,
pues es muy importante tener una ligera idea de si el conocimiento es verdadero;
si podemos vislumbrar un fundamento al conocimiento, y no únicamente se trata
de algo funcional (retórico) o infundido por costumbre (históricamente); si
podemos, en última instancia, conocer algo de nosotros y nuestras acciones y saber
si pueden ser malas o buenas.
Fulladosa
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